Ventana, viento. Window, wind.
La calle era la vida y si no estabas en ella podías asomarte a la ventana con la posibilidad de participar en voz alta o a grito pelao. Asomarse era tomar el aire, mirar a izquierda, derecha, abajo y, rara vez, arriba. Estar en la ventana era estar en la calle ya que eras visible para el personal que la habitaba. Sin llegar a ser una ventanera de tomo y lomo, como una señora de mi portal, te enterabas de lo que se cocía en el puchero del barrio. Las vecinas bajaban a la calle con sus sillas para, mientras hacían labores, intercambiar impresiones y filosofar un poco. Era el foro. En estos tiempos la calle es un espacio con menos vida que la del toro en la plaza; y, por si fuera poco, como para asomarte a la ventana tienes que apoyarte, va y los arquitectos suprimen el alféizar. Los amigos del cristal, la loseta y el acero corten se han vuelto tan de interior que hasta hacen edificios inteligentes sin ventanas y edificios de cociente intelectual normal en los que muchos cristales...