Renacimiento
Como siempre, aunque un poco más tarde porque las fuerzas no le acompañaban tanto como otros años, volvió a recrear el belén, su renacimiento, la transmigración que fluye en su cabeza produciendo en las cosas que conviven con ella una metamorfosis sinfónica. La partitura de los objetos se desvanece a medida que va interpretando el karma que cada ente tiene en sí mismo para hacerlo útil al resto y formar un todo que cada año se reencarna evolucionando según los nuevos elementos que se hayan cruzado en su camino desde mediados de diciembre hasta el ocho de enero. Nunca fuimos de belenes. Mi madre solía poner un Jesusito grande, muy guapo según ella, y nada más. No tenía ni tiempo, ni dinero, ni espacio para montar semejante cristo. Dibujar sí que dibujaba y dibujábamos algún que otro belén, era barato y creativo. Recuerdo alguno dibujado con carboncillo y tiza azul, la de marcar telas. El portal empezó siendo una cosa de nada, para el nieto, que ocupaba una esquina del aparado...