Renacimiento
Como siempre, aunque un
poco más tarde porque las fuerzas no le acompañaban tanto como otros años,
volvió a recrear el belén, su renacimiento, la transmigración que fluye en su
cabeza produciendo en las cosas que conviven con ella una metamorfosis
sinfónica. La partitura de los objetos se desvanece a medida que va
interpretando el karma que cada ente tiene en sí mismo para hacerlo útil al
resto y formar un todo que cada año se reencarna evolucionando según los nuevos
elementos que se hayan cruzado en su camino desde mediados de diciembre hasta
el ocho de enero.
Nunca fuimos de belenes.
Mi madre solía poner un Jesusito grande, muy guapo según ella, y nada más. No
tenía ni tiempo, ni dinero, ni espacio para montar semejante cristo. Dibujar sí
que dibujaba y dibujábamos algún que otro belén, era barato y creativo.
Recuerdo alguno dibujado con carboncillo y tiza azul, la de marcar telas.
El portal empezó siendo
una cosa de nada, para el nieto, que ocupaba una esquina del aparador del
salón. Al año siguiente lo retiró y lo montó en el zaguán, sobre la
cómoda que está frente a la puerta de entrada. La nueva ubicación no debía ser
el lugar adecuado y la Sagrada Familia, un tanto nómada, puso sus reales detrás
de la puerta. Ese traslado conllevó un nuevo soporte y sirvieron para tal fin,
en distintos años, una banqueta alta, un costurero y todo aquello que colocado
sobre otra cosa tomase una altura adecuada. Este último año, un cubo grande de
cartón, pintado por ella simulando el ladrillo caravista de la terraza, hace de
fuste; una banqueta mutilada, el resto del año soporta una gran maceta, hace de
basa; y el capitel sigue siendo la misma caja de mantas puesta del revés que
hace diez años mutó su función. Bueno, la misma no, este año ha aumentado su
superficie un palmo. Esa caja le permitió disponer de un solar donde construir
un portal como una casa de grande para aquella pobre familia que siempre había
estado al raso. Y como ocurre cuando hay casa, se lleno de gente, animales,
ángeles... que le crearon problemas de amabilización entre bípedos, cuadrúpedos
y vehículos a motor.
Al principio construyó
un cobertizo con unos cartones y cuatro palos, en plan campo de refugiados. No
conforme con eso y dado que las figuras aumentaron de talla debido a una oferta
del diario de Cordovilla, se vio en la obligación de aumentar el tamaño del
portal. Le pidió a Carmen, la frutera, que le guardase una caja de madera. Puso
la caja apoyada sobre el lado más largo, pegó unos cartones para simular las
paredes y repintó todo para darle homogeneidad. Como la parte de atrás del
portal se le hacía muy oscura y necesitaba que entrase luz natural, sin pedir
permiso al ayuntamiento abrió un ventanal grande. Hoy es una ventana con el
cristal de una mesilla, detrás de la cual se ve un seto construido con ramas de
un pino de navidad de plástico que no sé de dónde salió. La mayor parte el
árbol está plantado junto al edificio y da cobijo a un murciélago y un águila pertenecientes
a una colección que el DN regaló a sus abonados. Visto a distancia no quedan
mal. El aro de una pequeña lámpara que estuvo embutida en la escayola del techo
de la cocina la utilizó para poner una claraboya en el tejado del portal. El
aro tiene pegado por dentro un trozo de plástico duro transparente, no fuera a
ser que entrase agua. Dado que la casa tenía poco fondo para tanta figura, solo
quedaban dentro la mula y el buey, construyó un tejadillo de cartón al que le
quitó una cara y así, ondulada, simulase una teja fina. Para apoyar el
tejadillo no quiso colocar pared y se inventó una columna de estilo florentino
hecha con carretes de hilos atravesados por una aguja de hacer punto. Los
carretes sufrieron mutaciones. Los primeros eran estrechos y rectos, pero
cuando tuvo el número de carretes grandes y curvos los sustituyó para hacer una
columna churrigueresca. Todo es muy ligero, sin figuras apenas pesa.
La estrella que se posó
sobre el portal, según cuentan, en el de mi madre se insertó en una especie de
pararrayos que no es otra cosa que una espada para asar pollos que teníamos en
el horno. El tamaño y colores de la estrella no han sido siempre los mismos. Le
ha dado relieve, ha cambiado la posición o simplemente, como este año, no la ha
colocado y la espada brilla en lo alto como una estrella. Yo, sin su
consentimiento, le planté un lazo con bolas para tapar la espada para pollos. Al
día siguiente me echo la bronca por joderle la composición.
Otro que está por
encima del tejado es el ángel. La figura original era muy alta, más que José y
María. Como no le gustaba nada que el ángel estuviese de pie lo subió al tejado
después de serrarle el cuerpo, con paciencia, a la altura de la cintura, debajo
de un pliegue que le hacía el cíngulo que llevaba de fábrica. ¿Cómo se sujeta
el querubín? Muy fácil, tiene una varilla de metal metida por dentro, es hueco.
La varilla se sostiene al estar dentro de una botella pequeña de cristal gordo y
pesado. El espíritu celeste flota angelicalmente encima del tejado y delante
del pino. En el interior del cubierto, la mula y el buey están atados al
pesebre con cadenas, como lo estaban en su pueblo. Las cadenas pasaron al pesebre
desde un bolso que tenía ella.
Con el tiempo la zona
edificable ha ido aumentando. Hace dos años le adjuntó un cobertizo para
guardar un carrito con bombones y caramelos que estaban a disposición de quien
quisiera; y este año, como tenía cincuenta centímetros de una barandillica de
madera de algún aparador y quería ponerla simulando un paseo, se vio en la
obligación de desplazar la casa y aumentar el costado opuesto a base de pegarle
dos cajas de galletas. Cuando llegué a casa, muy cabreada, me dio la barandilla
desmontada y una tablilla con los puntos marcados para taladrar y embutir los
barrotes. El cabreo lo arrastra desde
hace dos años. Un día la pillé cortando, con mi sierra de calar, la encimera de
una mesa y tuvimos una buena. El problema no era perder la encimera, el
problema era que con noventa años no se puede andar con una sierra eléctrica
cortando una tabla gruesa y dura. Me llevé la sierra y ella se compró otra
mejor en una ferretería de San Juan. Por supuesto que terminó de serrar la
encimera y todo lo que estimó oportuno. El taladro no lo usa porque no tiene
fuerza suficiente como para apretar las brocas. Para cosas finas utiliza una
barrena de mano que ella llama "Txastabin".
Los cimientos de las
edificaciones van atornillados a la caja de cartón mantero con tornillos y
arandelas para que no se salgan por el agujero. No hay dos iguales. Los saca de
una caja en la que guarda tirafondos y tornillos de las distintas muebles que
han pasado a mejor vida. Lo mismo hace
con los botones y cremalleras de las ropas que descose. Todo puede venir bien.
El espacio frente al
portal lo rellena con lo que pilla, un
joyero, una bombilla amarilla, un camionico de la fortuna que le trajeron de
Colombia, bolas de colores sobre aros... y caramelos. Deduzco que son ofrendas
y por lo tanto no pertenecen a la representación, la superan. Es como una
sobreactuación. Desde hace dos años ha sumado las figuras que el Diario de
Navarra repartió entre sus socios para denunciar los animales en peligro de extinción.
Un tigre, un oso panda y otros desdichados están juntos, mirando al portal,
como esperando a que Dios les eche una mano. A cierta distancia, un gorila arrastra
un carro de madera con caramelos y un mono dentro.
Los misterios de mi
madre son un misterio.
Leonardo da Vinci, un aficionado, comparado con tu madre.
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