Colorín, colorado...
A la vez que Vigo se convertía en el faro del mundo y el Gobierno de Navarra declaraba sin ruborizarse que somos de colores, se me ponía el cuerpo como cuando los bancos dicen que me aman o las eléctricas le pasan la pata a Greenpeace robándole el arcoíris. No tengo arreglo, ya lo siento, las campañas oficiales me dejan como los abrazos del vecino en San Fermín. La melonada de que somos de colores lo puede ver cualquiera. Salta a la vista que el color de la piel de la raza humana es un fenotipo llamativo al que algunas personas lo elevan a la categoría de genotipo excluyente. Somos de colores, ¿y? El problema no es si somos de colores; el problema es si esos colores están siempre en su bote y en la estantería o si todos tienen las mismas posibilidades de lucir en cualquier lugar del lienzo. El problema está en si las instituciones ponen la escalera de la educación, el aer...