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Mostrando entradas de mayo, 2015

Pensando en re mayor

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             Reconozco que me gusta más la resaca de las elecciones, el día después, que las recargadas campañas, el día de reflexión y el de votación. Sería más adecuado que el día de reflexión (pasaría a llamarse de pasión) fuese el día siguiente, el lunes (festivo, por supuesto) y el sábado se declarase, como mucho, día de resaca de la vorágine mitinera. No es lógico que a uno le den las mil escuchando los resultados, se vaya el lunes a trabajar como si tal cosa y tenga que dejar para el sábado siguiente la celebración de las porras electorales. Tampoco tiene ni pies ni cabeza legislar para que la víspera de la votación se "suspenda" la campaña y la gente reflexione durante todo un día.   ¿Tan tontos somos que reflexionamos solo un día cada cuatro años, y por decreto? Además, ¿hay dudas después de cuatro años de vivir, malvivir, revivir y rebotar de un lado a otro? No. Aquí no reflexiona nadie. ¿Dónde se ha visto qu...

Una sobredosis de tres pares

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No es que uno sea un obseso y se pase el desocupado día en ocupaciones ociosas avivadas por incentivos ilegales, no. Pasear por las calle es un acto suicida del que no somos muy conscientes. A la ya habitual contaminación sicalíptica arbórea de primavera se le añade la producida por   la olimpiada municipal y autonómica en la que estamos inmersos. La mayoría de candidatos a medalla hacen exhibiciones físicas esperpénticas, promesas públicas estúpidas y entrenamientos dialécticos patéticos. Los crupieres de los grandes poderes económicos reparten las cartas de los sondeos amañados para alterar el resultado y los bancos y grandes empresas dopan a sus aspirantes con dinero negro. Tendríamos que ir con gafas oscura para no ver los caretos y caretas fotochopeadas de los retratos que cuelgan de las farolas, con tapones en los oídos para no escuchar las melodías que vomitan las emisoras de radio y unas pinzas en la nariz para impedir que se nos cuelen los efluvios que suelta la ...

La pizarra ya no sirve

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                           Tengo cita en el centro   de Salud. Como está muy cerca salgo un cuarto de hora antes por si los que van delante fallan. Cuando voy a cerrar la puerta suena el móvil. Es un teléfono sin nombre. No lo cojo porque la conversación se me cortará en el ascensor y no quiero quedar mal. Ya en la calle decido llamar. No me coge. Cuelgo antes de que me endosen unos céntimos por dejar un mensaje. ¿Qué mensaje le voy a dejar si no sé quién es? No suelo llamar a números desconocidos, pero como espero una llamada de un compañero de la PAH, me ha parecido oportuno hacerlo.             Saludo al administrativo que está detrás del mostrador con la mirada fija en la pantalla del ordenador. Me responde sin mirarme. Me siento en una de las sillas que hay en el pasillo de espera, d...

Caro carro

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             Cada vez que voy al híper y cojo un carro tengo la certeza de que no lo podré conducir e irá por donde se le pase por sus santos cojinetes (no en balde, a las ruedas que giran todo se les llama "locas"). Raro es el carro que me obedece. Incluso creo que van bien al entrar, pero a medida que avanzo entre las estanterías se cabrean e insisten en ladearse para que compre cosas que no tenía pensado. Tan pronto empujo o tiro, como que tomo las curvas en plan Marc Márquez para no chocar con los expositores. Y como los jodidos son tan grandes van gritando que los llenes. Termino con los brazos hechos polvo, la cintura desenroscada y la cartera limpia.             Con la intención de no someterme a la dictadura de los híper en su totalidad, suelo coger una cesta con ruedas. Las llevas por donde te da la gana y no gastas mucho ya que son de un tamaño humano...