Una sobredosis de tres pares




No es que uno sea un obseso y se pase el desocupado día en ocupaciones ociosas avivadas por incentivos ilegales, no. Pasear por las calle es un acto suicida del que no somos muy conscientes. A la ya habitual contaminación sicalíptica arbórea de primavera se le añade la producida por  la olimpiada municipal y autonómica en la que estamos inmersos. La mayoría de candidatos a medalla hacen exhibiciones físicas esperpénticas, promesas públicas estúpidas y entrenamientos dialécticos patéticos. Los crupieres de los grandes poderes económicos reparten las cartas de los sondeos amañados para alterar el resultado y los bancos y grandes empresas dopan a sus aspirantes con dinero negro. Tendríamos que ir con gafas oscura para no ver los caretos y caretas fotochopeadas de los retratos que cuelgan de las farolas, con tapones en los oídos para no escuchar las melodías que vomitan las emisoras de radio y unas pinzas en la nariz para impedir que se nos cuelen los efluvios que suelta la corrupción. Es tal la sobredosis de mierda electoralista que las urgencias se están colapsando y se teme, según los expertos, que el verano se recaliente más de lo habitual por el efecto invernadero presidencial. La vacuna triple para formar gobierno no se ha descubierto y pudiera prolongarse el nombramiento hasta septiembre o llevarnos a una olimpiada foral a celebrar en el Sadar, Navarra Arena, circuito de Navarra y otras melonadas de UPN & Company.
            ¿Y por qué se me ha metido en la mollera todo esto? Muy sencillo, la culpa la tiene el cartelito del PP. En mi vida había visto un anuncio tan subliminal a favor de  la marihuana.  El tetrahidrocannabinol (THC) es el acróstico de Trabajar Hacer Crecer del PP (Porrito Popular). Creo que paseo por Ámsterdam.
            ¡Más trabajar, más hacer y más crecer! ¡Más THC/ gracias al PP! ¡THC /para la vejez!- gritan unos manifestantes al salir de misa.
            ¡Dios te salve María!

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