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Mostrando entradas de abril, 2016

Alegorías

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Estos días estoy viendo unos capítulos de Juego de Tronos.  Desmembraciones, mierda a cascoporro e intrigas palaciegas salpimentadas de despelote se repiten capítulo  tras capítulo. Es una serie catalogada por todo el mundo como de fantasía medieval, drama y aventuras. Una muchacha joven, aspirante a un trono de hierro (que tiene que ser más frío que frío)  se mete en la pira funeraria de su aguerrido marido con tres huevos de dragón y sale como si nada. Guapa como ella sola y con tres dragoncillos. Desde ese momento, Daenerys Targayen, que así se llama la mujer ignífuga, pasa a ser la Madre de dragones. Y como no podía ser de otra manera, un dragón es una mascota demoníaca, los trillizos se convierten en unos cabronazos que a la menor señal de su madre achicharran al más pintado. Son fiestas de mi barrio, San Jorge. También en Cáceres y lo celebran con profusión de representaciones y desfiles. Será por efectos de la primavera, pero el demonio, el dragón, es mucho ...

Salida y llegada

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Llovía con ganas. Bajé Atocha a paso ligero para mojarme lo menos posible, pero cuando entré en la estación el pantalón se me pegaba a las pantorrillas y lo notaba pesado. Al final de una fila de asientos alineados con el alargado jardín tropical del centro encontré uno libre y me senté dejando el paraguas abierto para que escurriese. Saqué de la mochila mi biblio y retomé la lectura de El secreto de la modelo extraviada de Eduardo Mendoza que había dejado señalada el día anterior. La bulliciosa familia que tenía a mi lado se marchó con prisas porque, según dijo el padre, el tren para Valencia ya estaba en la vía. Sentí frío al quedarme solo. Al rato, un señor de cierta edad y modestamente vestido se sentó cerca. Colgó el paraguas en el respaldo del asiento que nos separaba, sacó del interior de la gabardina un cuaderno, lo abrió y desplegó una hoja de papel de carta de los de antes. Apoyó el cuaderno  sobre las piernas, planchó la hoja con las manos, cogió un bolígrafo ...

Semana de Pasión

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Me encontraba en Cáceres, una ciudad que tiene veintitrés procesiones en lo que va del Sábado de Pasión al Domingo de Resurrección, rodeado de guiris fotografiando hasta el aire, cámaras de televisión retransmitiendo en directo, bandas de música tocando La saeta o  Blowin' in the wind a todo trapo caminando lentamente detrás de los distintos pasos y gente sentada en las terrazas tomándose sus cosas sin mostrar la menor devoción, cuando me cayó del cielo el irrefrenable deseo de racionalizar o llevar a mandamiento la historia de la Semana Santa. Para estos cometidos suelo echar mano de un equipo de investigadores fantasmas muy dados a sembrar más dudas que certezas. Somos conscientes, ellos y yo,  de que los resultados de nuestra investigación sorprenderán a más de uno, pero nosotros no somos dueños de nuestros actos. No tenemos conciencia de nada de lo que hacemos. No se nos pueden atribuir ni los aciertos, ni los errores. Somos meros escribanos que juntan letras al di...