Alegorías


Estos días estoy viendo unos capítulos de Juego de Tronos.  Desmembraciones, mierda a cascoporro e intrigas palaciegas salpimentadas de despelote se repiten capítulo  tras capítulo. Es una serie catalogada por todo el mundo como de fantasía medieval, drama y aventuras. Una muchacha joven, aspirante a un trono de hierro (que tiene que ser más frío que frío)  se mete en la pira funeraria de su aguerrido marido con tres huevos de dragón y sale como si nada. Guapa como ella sola y con tres dragoncillos. Desde ese momento, Daenerys Targayen, que así se llama la mujer ignífuga, pasa a ser la Madre de dragones. Y como no podía ser de otra manera, un dragón es una mascota demoníaca, los trillizos se convierten en unos cabronazos que a la menor señal de su madre achicharran al más pintado.
Son fiestas de mi barrio, San Jorge. También en Cáceres y lo celebran con profusión de representaciones y desfiles. Será por efectos de la primavera, pero el demonio, el dragón, es mucho más importante que el santo. Cada año se esmeran en construir el dragón más chulo que se haya visto nunca. La increíble historia de San Jorge de Capadocia (el origen de todos los cuentos de hadas. Sí, esos en los que el caballero, montando un caballo blanco inmaculado, le mete unas lanzadas al jodido dragón para salvar a la princesa y luego largarse con ella a comer perdices) es venerada y tenida su figura, también su cruz, como protectora de ciudades, reinos y repúblicas. En Cataluña unen, como solo ellos lo saben hacer, el día del libro con San Jordi. Un libro y una rosa. En un acto público el presidente de la Generalitat llamó a combatir a los feroces dragones que amenazan Cataluña. Se hacen misas a San Jorge con un boato digno de tal machada en muchas iglesias del mundo y se pone Jorge, Jürgen, Jordi, George, Gorka a criaturas y territorios.
A los seguidores de la serie de televisión se les llama frikis y a los del santo, cofrades, admiradores, adoradores...
Cuando pienso en San Miguel de Aralar dándole al dragón se me aparece Daenerys Targayen, angelical como ella sola, llorando por su hijo. 

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