La vida sigue igual
Escucho a una deportista que se jubila de su profesión con una impresión agridulce. Por un lado corta con el mundo de sus éxitos y por otro podrá dedicarse a su familia. Algo parecido, entre sollozos y suspiros, dijo un futbolista, en junio de año pasado, al dejar de darle patadas al balón por culpa de una lesión a los treinta. No me dan pena, conozco a más de uno y más de una que tendrá que currar hasta su muerte. Meterán horas por cuatro putos duros, no podrán ir a jugar con sus retoños al parque los domingos, no podrán mandarles a campamentos de verano en inglés, tendrán que recurrir al banco de alimentos, forrarse de ropa para aguantar en casa cuando el frio aprieta... Conozco familias desahuciadas por una hipoteca criminal y con una deuda que no pagarían aunque viviesen mil años. No creo que sea más dura la vida de un deportista que la de cualquier asalariado, parado, subcontratado o autónomo. Parece que el trabajo es incompatible con la vida familiar, con dedicarse a los p...