Y Orly III
Además de pasar por el arco detector de metales, nos cachean. A Gema, una mujer uniformada le pasa un detector de mano y le hace vaciar el bolso; a Zarra le hacen lo mismo pero con la bolsa de la cámara y sus muchos complementos fotográficos. A los cinco miembros una familia árabe los conducen a un apartado. El padre, muestra su queja con aspavientos ante un gendarme impasible que tiene los brazos cruzados y las piernas abiertas. Hay un exceso de celo por parte del personal de seguridad.
Los andares marciales, su arrogancia y la ausencia de maletas de mano o bolsos delatan a los policías de paisano que se pasean entre los que esperamos pacientemente la salida del avión a Lima. Nosotros, Gema, Zarra, Sara y yo, somos los últimos en subir; ellos se quedan en la sala de espera.
Se abre la puerta de embarque. Un amplio número de sonrientes azafatas saludan amablemente e invitan a pasar. Un fotógrafo con más de una cámara al cuello dispara sin compasión a los pasajeros que esperan en la larga fila. Cuatro ejecutivos ejecutados posan ante el pistolero digital. Tengo la sensación que van a caer fulminados entre los asientos y los bolsos. Nos llaman a nosotros, que tenemos pinta de trotamundos, para que pasemos por la puerta BIP. Sorprendidos aceptamos y el fotógrafo nos dispara unas ráfagas marcadas por el abrir y cerrar de la cortinilla del objetivo. El túnel está flanqueado por azafatas colocadas a derecha e izquierda con letreros de bienvenida en castellano, francés e inglés.
Según supimos al tiempo de estar en el aire, las medidas de seguridad estaban justificadas porque viajaban altos cargos de la compañía al ser el primer vuelo directo de Air France de Paris a Lima.
Los andares marciales, su arrogancia y la ausencia de maletas de mano o bolsos delatan a los policías de paisano que se pasean entre los que esperamos pacientemente la salida del avión a Lima. Nosotros, Gema, Zarra, Sara y yo, somos los últimos en subir; ellos se quedan en la sala de espera.
Se abre la puerta de embarque. Un amplio número de sonrientes azafatas saludan amablemente e invitan a pasar. Un fotógrafo con más de una cámara al cuello dispara sin compasión a los pasajeros que esperan en la larga fila. Cuatro ejecutivos ejecutados posan ante el pistolero digital. Tengo la sensación que van a caer fulminados entre los asientos y los bolsos. Nos llaman a nosotros, que tenemos pinta de trotamundos, para que pasemos por la puerta BIP. Sorprendidos aceptamos y el fotógrafo nos dispara unas ráfagas marcadas por el abrir y cerrar de la cortinilla del objetivo. El túnel está flanqueado por azafatas colocadas a derecha e izquierda con letreros de bienvenida en castellano, francés e inglés.
Según supimos al tiempo de estar en el aire, las medidas de seguridad estaban justificadas porque viajaban altos cargos de la compañía al ser el primer vuelo directo de Air France de Paris a Lima.
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