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Mostrando entradas de febrero, 2014

A Mandalay

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Aceptamos las recomendaciones del hotel respecto a cómo llegar mejor a la estación y nos encomendamos a sus dos taxistas. Salimos muy temprano, con tiempo para cruzar Yangón y llegar a coger el autobús a Mandalay con tranquilidad. Según el del hotel, el recorrido podía costar como una hora, pero como no teníamos reserva, ni sabíamos nada del número de buses que hacían el recorrido a Mandalay, ni de lo qué nos podía ocurrir por el camino, preferimos ir con más tiempo. Estaba amaneciendo y el sol no tenía la fuerza suficiente como para   secar el relente. Todo estaba envuelto en un velo gris de humo y polvo. Por los cristales de algunos coches las gotas de agua se escurrían sin rumbo. Tan pronto estábamos quietos en medio de un atasco por vete a saber qué, como que íbamos a pedo burra. Nuestro chofer hablaba con otros chóferes sin interrumpir la conversación. Hasta se pasaban cosas de uno a otro si tenían el volante a distinta mano. Las irregularidades del terren...

Calles de Yangón

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La humedad se señorea por todo Yangón. Oscurece los colores, pinta las fachadas de sombras lacias. Amalgama el polvo del aire y lo posa en cualquier superficie para que la naturaleza se exprese sin obstáculos. Hierbas y matorrales, casi aéreos, son el llanto de edificios artríticos   sin pulso de vida. Las palomas prefieren agarrase a los cables eléctricos y contemplar, como desde de una privilegiada grada, el devenir de la vida de sus sufridos vecinos. Terrazas y ventanas se cubren de rejas, de mallas para impedir que el mundo entre dentro, pero se plagan de parabólicas descomunales que llenan sus vidas de calor catódico. Por la calle hay una humedad de rincón de calleja, de tapia de cuadra, de chirrión ilegítimo que pertenece a todos, que está allí antes de que nadie pusiese la primera piedra. Los operarios cavan una tierra arenosa que no levanta polvo. La policía lleva elegantes botas de goma negra, de pocero. La ropa se pega. El aire se ausenta.  Los edifi...

Dormir en el Three Seasons

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La ciudad sin enemigos es la traducción de Yangón. No queda mal. Esta ciudad se llamó Rangún (Rangon) hasta que en 1989 la dictadura militar le cambio el nombre por Yangón. Lo mismo les ocurrió a otras ciudades que vieron traducido su nombre al birmano. El   año anterior el país dejó de llamarse Birmania para pasar a ser Unión de Myanmar. El gobierno no se quedó muy conforme y en el 2005 decidió dar otro paso trasladando la capital a   la nueva ciudad de Naipyidó ( Asiento de reyes en birmano), que está más al interior y más difícil de ser invadida. Una pasada propia de los gobiernos que se sienten acosados, que van haciendo amigos. Si Yangón llega a tener enemigos no sé qué habría pasado. En sintonía con todo lo anterior no me resisto a poner el lema de Myanmar: “ La felicidad se encuentra en una vida armoniosamente disciplinada”. Escribiendo esto tengo la impresión de que no estoy siendo del todo justo con el pueblo birmano que es, con mucho, lo mejor. Décadas de ...