A Mandalay
Aceptamos las recomendaciones del hotel respecto a cómo llegar mejor a la estación y nos encomendamos a sus dos taxistas. Salimos muy temprano, con tiempo para cruzar Yangón y llegar a coger el autobús a Mandalay con tranquilidad. Según el del hotel, el recorrido podía costar como una hora, pero como no teníamos reserva, ni sabíamos nada del número de buses que hacían el recorrido a Mandalay, ni de lo qué nos podía ocurrir por el camino, preferimos ir con más tiempo. Estaba amaneciendo y el sol no tenía la fuerza suficiente como para secar el relente. Todo estaba envuelto en un velo gris de humo y polvo. Por los cristales de algunos coches las gotas de agua se escurrían sin rumbo. Tan pronto estábamos quietos en medio de un atasco por vete a saber qué, como que íbamos a pedo burra. Nuestro chofer hablaba con otros chóferes sin interrumpir la conversación. Hasta se pasaban cosas de uno a otro si tenían el volante a distinta mano. Las irregularidades del terren...