Prototipo de protocolo.
Ya era hora de que se protocolizase la
apariencia y la estética. Hoy, toda cosa seria tiene que tener un protocolo. Si
no, no existe. Asunto distinto es si sirve para algo. Tampoco es objetivo del
protocolo explicar o argumentar al respecto. Se hace lo que se hace porque sí,
por costumbre, por tradición traidora, por mandato divino... Y no está mal que así
sea porque cada uno lo interpreta a su manera. Cuando he ido a la procesión de
San Fermín, no más de cinco veces, me he quedado plaf. Yo he visto unos tíos
disfrazados de magos que no hacen magia o unos presentadores de cabaret sosos
como ellos solos. Esperas que bailen como Fred Astaire y justo saben andar. ¡Decepcionante!
No hay profesionalidad. Las señoras vestidas de roncalesas desentonan junto a
los del frac. Lo lógico es que ellas fuesen de la misma pinta o ellos de
roncales, digo yo. Pero bueno, el
protocolo tiene eso que le hace irracional, si fuese lógico no sería necesario.
El ayuntamiento es pura fachada y a la
catedral le pierde la fachada. Tras negociaciones claustrofóbicas y confesiones
con sus correspondientes penitencias, los dos cabildos han ayuntado, palomas de
por medio, a bombo y bongo, el bochornosos
y ñoño protocolo que regirá sus relaciones. El cambio político, la otra forma
de hacer, el ajuste a los nuevos tiempos viene a ser algo de lo que en esta
tierra sabemos mucho: arquitectura. Los cofrades municipales trabajarán con
espíritu religioso manteniendo su fachada barroca; los del hábito arzobispal
harán lo habitual: controlar la ciudad. ¡Viva
el recambio! ¡El cohete desde el campanario!
–Las
procesiones ni las menciones –le dice
Francisco Pérez, el PP, en plan Darth Vader, a Joseba Asirón.
–¡No
jodas! You are my father. La
procesión es una manifestación –dijo Asirón sacando la espada laser y dibujando
un signo más con una equis –. Soy de letras, pero para ser alcalde hay que
sumar y multiplicar... Esto del cuatripartito tiene su protocolo.
–
Si para los eventos nosotros nos ponemos bien guapos, vosotros también. No como
ése que se puso de Spiderman. ¡No me
jodas, Joseba! Si hubiese ido con una camiseta de Jesús habría tenido un pase,
pero ponerse una de personaje de
ficción, no me jodas, no hay dios que lo aguante.
–¡Me
cagüen sos! Este Armando nos las lía una tras otra y...
–¿Armando?
¿Se llama así el de la camiseta? Pues más claro agua, Joseba.
–¡Hostia,
tú! ¡Perdón! Se me ha escapado. Armando Cuenca se llama.
–Bueno,
si es Cuenca, no pasa tanto. Peor habría sido Navarra.
–¡Hori
da! Bueno, vamos a lo nuestro. Nosotros iremos de frac y txistera. Las
concejalas de roncalesas. Ya sé que hay mucha diferencia entre un traje
regional y el nuestro, pero la historia es la historia.
–Vamos
a ver, Joseba. ¿No podemos arreglar lo de las concejalas? ¿No estarían más
guapas con una mantilla o un pañuelo? No es justo. Nosotros con bonete,
vosotros con chistera y ellas sin nada. !No me jodas! Igualdad, ¡por Dios! Una
boinica roja les quedaría muy bien.
–La
tradición es la tradición. El caso es que no le oigo bien. Nos vemos en la
próxima manicesión. ¡Agur!
De todas formas, no nos llamemos a
engaño porque la casa consistorial está regida en su cúspide por una figura, un
tanto tosca comparada con otras más gráciles y aladas, trompeta al morro,
corona de laurel cual amiga en despedida de soltera, falda incalificable y
brazo izquierdo en jarras como diciendo: ¡Os vais a enterar! Esa figura no es
otra que Fama. La representación del cotilleo, el rumor, la apariencia por
encima de la verdad. Lo más de lo más de lo súper. Ahora sospecho que la de la
fachada puede ser Belén Esteban. ¡El colmo! No sigo porque los hércules me da
que...
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