Ganar por la gracia de Dios
Voy a la compra con parsimonia. El sol saca la batuta y dirige los coros de pájaros que revolotean en los árboles de la calle. En la puerta de la sala de apuestas que hay pegada a la iglesia y enfrente de una empresa aseguradora, unos hombres fuman ansiosos. Me llama la atención que se miran entre ellos sin cruzar palabra. Después de comprar en la ferretería voy a ver las obras de reparación que han hecho, según cuenta un vecino, en el puente peatonal cercano a la mezquita. Al pasar por una de las peluquerías dominicanas me saluda Saúl, un alumno singular. Me señala asombrado el nuevo local que han abierto en lo que fue un bar caído en desgracia. Es un salón de apuestas. Futbolistas celebrando goles adornan las brillantes cristaleras. El puticlub de enfrente contrapone su aspecto de guarida cerrada a cal y canto. Me quedo un buen rato disfrutando de la primavera apoyado en la baranda del puente. Vuelvo a casa por el paseo del río. Al atardecer pongo la radio mientras me pre...