Ley de vivienda PAH (I)



En el mundo del derecho, según cuentan,  se dice que los problemas entre personas o entidades, se solucionan, en última instancia, en el juzgado; pero cuando el problema se repite millones de veces, pasando a ser colectivo,  la solución está en el parlamento.
En nuestro caso, las personas afectadas por las hipotecas dejan de ser afectadas para pasar a ser víctimas en tanto y cuanto la ley no les protege. Y no solo lo decimos las personas que pertenecemos a las Plataformas de Afectados por las Hipotecas, lo dice Bruselas una y otra vez. Madrid, a regañadientes y rizando el rizo de la hipocresía, elabora leyes que prolongan el sufrimiento de las víctimas hasta la desesperación. Remiendo tras remiendo, petacho tras petacho, al pantalón no le aguantan las costuras y sigue sin tapar las vergüenzas. Es hora de elaborar una ley, de confeccionar un pantalón nuevo acorde al siglo XXI. La sociedad de ahora no es la de los tiempos dorados anteriores a la crisis. La crisis vino para quedarse. Ya nada es igual. Y los jóvenes que se encuentran o encontrarán en el proceso de alejarse del hogar de los padres pueden, si no cambiamos la ley, pasar a engrosar la gran masa de víctimas hipotecarias.
Un matrimonio, en el dos mil nueve, compra una vivienda de segunda mano por doscientos treinta mil euros en San Jorge. Los dos trabajan y pagan nueve cientos euros al mes a la caja. Los padres de ella son avalistas con el piso que compraron en el setenta y dos, en el mismo barrio. Aumentan la familia con dos retoños. De la noche a la mañana pierden el empleo. No pueden pagar a la caja, ahora se llama bank. Aquellos piropos que les lanzó el banco a la hora de firmar la hipoteca se convierten en insultos.  Ya no son los mismos. ¿Qué hemos hechos? Humillados y culpabilizados por todo el mundo entran en una depresión. No se atreven a pisar el banco, no quieren abrir el buzón, no quieren que la gente sepa lo que les ha pasado, sienten vergüenza. Las relaciones de pareja son un infierno. Se separan. Ella vuelve a casa con sus padres y él se busca la vida. A los pocos meses de no pagar llega el "tocho" del juzgado. El banco se queda con el piso y ellos en la calle con una deuda de cien mil euros. La tasación del piso de los abuelos cubre la mitad de la deuda. El piso de enfrente, en el mismo rellano, se vendió el año pasado por sesenta mil.
En el ejemplo anterior, real de principio a fin, he  omitido algunos aspectos por razones de espacio, pero quiero dejar claro que detrás de las cifras y las fechas hay auténticas tragedias humanas. Donde pone trabajadores (asalariados) se puede poner autónomo o  "empresario" que tiene el taller o el pequeño "negocio" asociado con el piso en el que vive. En estos casos pierde todo de una tacada.  También se le puede añadir un punto y seguido en el que toda la familia se va a vivir a una habitación de alquiler. Algunas de esas personas, las jóvenes, están pasando a trabajar por menos dinero y con contratos inestables que les impide hacer planes de futuro. Son jornaleros de la industria como sus abuelos lo fueron del campo. La deuda es una losa.
En el año 2016 se produjeron en Navarra 166 desahucios de familias con hipoteca y 237 desahucios de familias alquiladas. Todo un drama

Una hipoteca es pedir dinero al banco para jugar en el casino sin tener control de las variables ni conocimiento exacto de qué puede pasar si no podemos pagar al prestamista que amablemente nos lo dio. Ha llegado la hora de confeccionar una ley que no tenga las cartas marcadas y los dados trucados para que la banca siempre gane.

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