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Mostrando entradas de mayo, 2017

Para colgar

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Cuando un gerifalte quiere quedar bien con el pasado y paralizar el futuro monta un museo en algún edificio público emblemático que agoniza. Reúne a su equipo y después de comer musean. –Mus, mus  –dicen el alcalde y su teniente. –Vale –dice el de urbanismo– como digáis. – ¿De qué? –pregunta la concejala de educación, antes de jardines y charcos. –¿De qué? Ni puta idea. Tú dirás, Nekane. Quieras o no, la cosa es de tu cartera. Hay que llenarlo de críos de colegio... Bueno... y de ikastolas –aclara el alcalde viendo las caras que ponen los demás. –¡OK! Encargaré un estudio a un equipo de expertos. Igual le llamamos centro de interpretación. Está de moda. –Como quieras. ¡A jugar! –dice el alcalde frotándose las manos. Las musas ya no están en los museos. Se pasean por las calles, plazas y parques; viven en fábricas, bares y cementerios; se manifiestan y gritan las veinticinco horas del día. Los edificios están llenos de musarañas. La inspiración late fuera de las ...

15 de mayo

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Desde mi más tierna infancia he tenido relación con el mundo de los labradores y tengo a san Isidro presente por muchos motivos. La imagen presidía el altar de la iglesia del pueblo de mi padre y las fiestas se hacían en su honor. Su coincidencia con las de Madrid me vino al conocimiento a eso de los doce años por la afición de un tío mío a los toros. En aquellos momentos no me cuadraba que la capital, sin campo en el que trabajar, tuviese como patrón a un campesino.  Hoy, quince de mayo,  evoco al jornalero mozárabe y me reafirmo en el movimiento pendular de la historia y de lo que supuso san Isidro como precursor de la sociedad en la que vivimos. San Isidro era un bracero que vivió en algunos de los pueblos que había entre Toledo y Madrid a finales del XI y gran parte del XII. Como eran tiempos de reconquista y mal rollo, Isidro rodó de pueblo en pueblo, según ganasen los musulmanes o los cristianos, hasta caer al servicio de uno terrateniente bautizado. Era tan ...

Sentido común

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El sacerdote moja el pulgar de la mano derecha en el Santo Óleo y unge, haciendo la señal de la cruz, los ojos, las orejas, la nariz, la boca, las manos y los pies del que está para pocos trotes y a un paso de irse. Es una fórmula para pedir perdón por los pecados cometidos con cualquiera de los cinco sentidos o vehículos de placer. Este protocolo no me gusta nada porque trata al palmante como ser irracional. No es mi intención enmendarles la plana a los profesionales del sacerdocio, pero ungir la frente sería todo un detalle. Nos daría el nivel de pecadores con sentido común, con cabeza. Somos seres a los que desde su más tierna infancia se nos inculca "hacer las cosas con los cinco sentidos", concentrados en lo que hay a fin de no ser engañados por nadie o por cualquiera de los sentidos que, en más de una ocasión, pueden actuar por libre, jugarnos una mala pasada y hacernos quedar como lelos. Me preocupa el deterioro de la facultad de discernir. Las autopistas de la...