15 de mayo
Desde
mi más tierna infancia he tenido relación con el mundo de los labradores y
tengo a san Isidro presente por muchos motivos. La imagen presidía el altar de
la iglesia del pueblo de mi padre y las fiestas se hacían en su honor. Su
coincidencia con las de Madrid me vino al conocimiento a eso de los doce años
por la afición de un tío mío a los toros. En aquellos momentos no me cuadraba
que la capital, sin campo en el que trabajar, tuviese como patrón a un
campesino. Hoy, quince de mayo, evoco al jornalero mozárabe y me reafirmo en
el movimiento pendular de la historia y de lo que supuso san Isidro como precursor
de la sociedad en la que vivimos.
San
Isidro era un bracero que vivió en algunos de los pueblos que había entre
Toledo y Madrid a finales del XI y gran parte del XII. Como eran tiempos de
reconquista y mal rollo, Isidro rodó de pueblo en pueblo, según ganasen los
musulmanes o los cristianos, hasta caer al servicio de uno terrateniente bautizado.
Era tan bueno que al contraer matrimonio con María Toribia pasó a ser santa
María de la Cabeza. Y como no podía ser de otra manera, de un santo y una santa
salió un santico, san Illán. Me imagino que en aquella casa se respiraría olor
de santidad y la huerta olería a incienso. Parece ser que tanta santidad le
alteró el ánimo a Isidro y le condujo por los caminos de la oración, del
conocimiento de la legislación laboral y de la idiosincrasia católica. Se dio
cuenta de que el rezo, la conexión con Dios, les dejaba a sus jefes, cristianos
a tutiplén, fuera de juego. Llegaba
tarde al curro alegando que había estado rezando, visitando iglesias y otras actividades
contemplativas. Llegó a tener fama de
perezoso y vago cosa fina. Juan de Vargas, potentado del IBEX 35 de la época y
jefe de Isidro, estaba de él hasta las mismísimas. Un día Juan de Vargas fue,
sin testigos, sin protocolo y sin nadie del comité de empresa, a supervisar el nivel de producción y calidad
del falso autónomo, Isidro. Le pilló a la sombra de un madroño, supongo, en
actitud de recogimiento. Viendo que estaba en trance no se atrevió a sacarle la
carta de despido, no fuese a darle un apechusque, y se limitó a recoger datos
para mandarle al paro. Estando en esas vio a un ángel guiando la yunta de
bueyes que araba el campo.
–¡Joder!
¿Qué hago? Si digo lo que he visto me toman por loco y si le despido me
preguntarán que quién ha trabajado el campo. Por otra parte, un currela así es
un chollo. Mejor lo dejo como está –pensó Juan.
Hoy,
ese episodio lo explicamos tranquilamente porque hay tractores teledirigidos. Podemos
decir, sin quedar como idiotas, que el arcángel Gabriel, patrono de los telecos,
interviene en el asunto. Lo mismito que hacen los ministros y ministras,
presidentes y presidentas al poner santos, santas y vírgenes al mando de lo
terrenal.
A
diferencia de otros santos, Isidro, estaba casado, no hizo alardes raros y
portentosos que pasmasen a sus coetáneos, no tuvo una muerte horrorosa, no hizo
sacrificios dignos de figurar en los anales de la religión, ni tenemos
constancia de que llevase una vida ejemplar. Simplemente no daba un palo al
agua e hizo de la oración una actividad remunerada.
No todo va a ser trabajar.
Camarada, compañero, como sigas por ese camino el apechusque nos va a dar a tus lectores. Me alegras el día.
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