Gilipollas en bici
Como
ya nos ha pasado en más de una ocasión, sobre todo cuando salimos a dar una
vuelta por la tarde, he llegado a la conclusión de que pasear es una actividad
de riesgo porque a menudo aparece algún gilipollas en bici con licencia para
matar y registro de la propiedad vial que intenta mandarte a la mierda, al
hospital o al altar de la diosa Ker, paso previo al frigo acristalado de su
pariente Tánatos. No sabes bien lo peligroso que es vivir en la depresión del
Arga. No por las subidas del rio, sino por la diferencia de altitud entre San
Jorge y la meseta. La vuelta a casa la vamos a tener que hacer de espaldas ya
que la naturaleza no nos ha dotado de visión en el ojo del culo, ni disponemos
de artilugio biónico tipo espejo retrovisor en el flequillo, me lo tendría que
sujetar con una ventosa en la calva, para advertir la llegada de cualquier
velocípedo montado por algún jinete del apocalipsis en pleno subidón
descendente. Ese afán exterminador no lo tienen cuando van cuesta arriba. Los
muy cabrones, si fuesen por la calzada cuando se lanzan a tumba abierta adelantarían
a los coches. Y digo cabrones, no cabronas, porque las amazonas no suelen, como
en otros campos de la vida, mostrarse agresivas y prepotentes.
Para
algunos jóvenes gilipollas, la bajada por la Avenida Navarra es un trampolín
gigante combinado, si entran en el nuevo puente peatonal, con un tramo de
bobsleigh. ¿Y el descenso desde Recoletas a Oblatas? De convento a convento en
un momento. Bajando hasta el paseo Kosterapea la cosa funciona porque los
gilipollas van por el asfalto, pero cuando desaparece el asfalto y se meten en
su carril cementado peligra la integridad física del peatón por mucho que
griten "voy, voy..." y por mucho que te encojas de hombros, dejes de respirar, te gires y quedes como la
mujer de Lot no te libras del soponcio. El día en que terminen la pista de Pump Track habrá que cambiar de ruta ya
que el efecto llamada aumentará el número de gilipollas.
Está
claro que el gilipollas lo es por naturaleza. Por mucho que nos empeñemos en
valorar el efecto corrector de la educación, la gilipollez ni se crea ni se
destruye, solo aumenta. Puede, conozco un caso, que la solución pase por no
darle herramientas o armas que evidencien su grado de gilipollez. Es decir, ni
bici, ni leches, andando a todos los sitios. El gilipollas no es un peligro
para sí, es para el resto de la humanidad.
Por eso no es conveniente poner a su alcance nada que pueda utilizar
contra seres animados o inanimados. Son peligrosos hasta en el campo. Cuando
paseo con mi madre, el pueblo está en medio de un circuito muy disfrutado todo
el año por los ciclistas de montaña, tenemos que ir con cuidado porque aparecen sin
verlos ni oírlos. Al gilipollas le pones algo con ruedas en una cuesta abajo y
ya puedes apartarte. El que es gilipollas lo es en bici, en moto, en coche y en
triciclo. Andando no da muestras de gilipollez, salvo que camine como un pavo
real, pero allá él. Un gilipollas tiene que acojonar al personal y por eso
nunca va por la calzada.
No
soy amigo de prohibir ni de utilizar el palo y la zanahoria; prefiero actuar en
positivo para que el gilipollas que va en bici se conduzca con cabeza en vez de
con su superyó en forma de huevos camperos. Un seguro obligatorio a terceros,
unas multicas guapas y otras cosicas que beneficien a la comunidad pondrían
freno a los gilipollas. Solo frenar. Con eso me conformo. No quiero que se
estrellen.
Genial, genial y genial. ¡Joder, cómo me he reído! Eskerrik asko.
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