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Mostrando entradas de octubre, 2013

Monje forofo

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Con la tontería esa de que ya que estamos aquí vamos a ver el renombrado Parque Buda, en la estación pillamos un autobús de línea bastante nuevo que hacia el recorrido hasta el parque. Cuando ya nos habíamos hecho a la comodidad y lujo asiático del bus, el chofer nos indicó que ya habíamos llegado. Nos bajamos sorprendidos porque nosotros pensábamos que tardaríamos una hora y pico. Estando allí, un poco en la nada, cerca de un gran parquin y con un edificio con buena pinta, se nos acercó un hombre flaco y estrafalario. Buda, buda -nos gritaba señalando un tastarro de microbús. Pues nada, venga, a la tartana y rumbo al parquecito. Nada más arrancar pudimos apreciar por nuestro sensor corporal que se había acabado el asfalto. No merecía la pena circular por aquellos andurriales con un bus nuevo porque iba a durar poco. El camino, muy ancho y recto por el que circulaban camiones en los dos sentidos, cursaba paralelo al Mekong y a una llanura de arrozales. Las casas del camin...

Vientián

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La capital de Laos me resultó muy acogedora. Una ciudad tranquila hasta decir basta,   que deja pasar las horas languideciéndose entre los frondosos árboles que la pueblan y que se socializa a la luz de las largas puestas de sol. Vientián se puede recorrer muy bien a pie o en tuk-tuk, sin prisa. Es llana como una mesa de billar. Las calles adyacentes a la ribera del Mekong son las más comerciales. Cantidad de hoteles, restaurantes de todo el mundo, bares, monasterios, templos budistas y una caterva de palacios y mansiones de estilo colonial que albergan las embajadas y los ministerios. Paseando por allí, nos percatamos que en uno de esos palacetes con amplios jardines y altas tapias había policía en la puerta y como mucha animación. Nos acercamos y, toma ya: la embajada francesa y catorce de julio.   A punto estuvimos de meternos en el sarao pero no íbamos con la ropa adecuada y los de la puerta nos miraban mal (con envidia, pobrecicos). Cerca del hotel, a unos tr...

De Vang Vieng a Vientián

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El bus tenía pinta de haber dado lo mejor de su vida y más. Las portezuelas para guardar el equipaje no se abrían y tuvimos que subir las mochilas arriba. Por nuestra cuenta decidimos colocarlas apiladas en dos asientos de la última fila ya que por el pasillo ya había un ventilador, sacos de arroz y unas diez banquetas de plástico apiladas por si fuera necesario ser utilizadas como trasportines. Los asientos eran corridos para que se pudiesen sentar tres personas nativas cómodamente. El acolchado del culo del asiento, si lo hubo, fue cosa del pasado coreano que el bus tuvo antes de ser entregado a Laos por una ONG. La puerta de emergencia, así lo ponía en el cristal, estaba soldada y donde debería quedar un espacio para salir por ella, se había colocado otro asiento. Las barras para agarrase las personas que van de pie, servían para colgar alfombras y tablas. En un intento de colocar bien el culo del asiento se me cayó al suelo. Pensé que me lo había cargado, pero las risas ...

Vang Vieng

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  Vamos a Vang Vieng en una tartana y la carretera es como una cuerda en un bolsillo. 260 km nos cuestan siete horas y media en un bus VIP que, a diferencia de los de los “normales” van directos. Eso nos dicen en la estación, pero de eso nada. Sigue haciendo paradas ante cualquier síntoma de población cercana. Una cinta colgada de un árbol le hace reducir la velocidad y tocar la bocina por si aparece alguien entre los matorrales. La mayoría de los pasajeros somos extranjeros de economía modesta y con más paciencia que los que viajan en multivan, que son más pijos y viajan programados. Seguimos parando cerca de los maizales para que la gente haga sus necesidades, eche un cigarro o simplemente estire las piernas, que no la pata. El motor del bus es trasero y la portezuela está siempre levantada para que se refrigere. En una de las paradas el ayudante le echo, con un cubo, el agua que recogió de una acequia. En una especie de venta, que ya tiene apalabrada la compañía de auto...