Por las afueras de Luang Prabang




Dentro de las cosas para ver en la provincia de Luang Prabang están las cuevas Pak Ou y las cataratas Tad Kouang Si. Dado que el tiempo que se anunciaba iba a ser aceptable nos cogimos un tuk-tuk para visitar  las maravillas de la naturaleza y de la religión.
El viaje hasta las cuevas fue un tanto accidentado porque nos cayó agua de forma intermitente pero con intensidad y fuerza como para que algunas tramos de los caminos entre la selva se volviesen impracticables y el tuk-tuk patinase. En una cuesta un poco maja  pusimos pie a tierra porque era imposible subir. El chofer dejó caer el tuk-tuk hasta abajo para coger  carrerilla y velocidad suficiente como para llegar a la cima mientras nosotros nos mojábamos esperándole. Lo bueno de las lluvias en temporada de monzones es que vienen y se van en medio de una temperatura alta que te seca la ropa en cuanto dejas de mojarte.
El Mekong bajaba rápido y marrón haciendo como de base, de peana, a un paisaje insultantemente verde y ondulado. Conforme nos acercábamos al cortado en el que se encuentran las cuevas la sensación de pequeñez, de ser nada frente a la imponente montaña, se agrandó y me predispuso a magnificar la catedral natural de los mil budas.
Dentro de las cuevas, todo lo imaginado se me fue a tomar viento fresco y me reafirmé en mi  conocimiento empirista de que la religión es el invento más rentable de la historia. Puesto excelso que otras empresas como la Coca-Cola o Microsoft se lo quieren quitar, pero que nunca lo conseguirán porque, a diferencia de la religión, están en el mundo de la razón y registradas en la propiedad intelectual del universo. Pero bueno, allí estábamos en una gruta no muy profunda llena de budas, budazos y budicas en distintas posiciones y de distintos materiales, desordenados y llenos de polvo. Como la cueva tenía más pinta de trastero que de templo me produjo una tristeza infinita, le di la espalda y me dediqué a contemplar el precioso paisaje, el verdadero templo, que se divisaba desde allí. Para hundirme más en la tristeza, los cielos tuvieron a mal abrir sus compuertas y dejar caer tanta agua como para tenernos encerrados un buen rato hasta que escampó. Con la ilusión de que la cueva buena estaba más arriba subimos unos cuantos cientos de escalones hasta llegar a otra cavidad más pequeña, más profunda, más oscura, muy húmeda, con pocos budas, pero con más punto religioso (según se podía apreciar en las cajas fuertes de cristal).
En el camino de vuelta nos encontramos con unos muchachos montados en elefantes desbrozando una buena superficie de selva para dedicarla al cultivo. Los elefantes llevaban enrolladas al cuello unas cadenas que supongo sería para facilitar el arrastre de los troncos. Nos saludaron y desaparecieron en cuanto tratamos de sacarles fotos.
Tuktuqueando nos fuimos a las cataratas Tad Kouang Si para ver si mejorábamos el día, pero no fue así. Las cataratas servían como de excusa para montar un parque turístico caro y de dudoso gusto. Las cataratas no eran tales y más eran unas cascadas bajas y escalonadas formando balsas en las que se podía dar un chapuzón.
La vuelta la hicimos visitando algún que otro templo de estética vulgar, pero sencillos y con gran cantidad de ofrendas colocadas por sus fieles. En todos hay cajas fuertes. Me reafirmo en que las religiones se parecen. Eso sí, las que tienen o han tenido más pasta, poseen cosas de mayor valor artístico.

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