Pedaleando entre estupas
Está amaneciendo, pero ya se barrunta un día de bochorno pegajoso. Alquilamos bicis por dólar y medio cada una, nos pertrechamos de las consabidas botellas de agua, el tubo de crema de protección y tira para el valle de las estupas y templos antes de que el sol caiga a plomo. Según unos, los templos y estupas rondan los dos mil; otros, los tres mil; y los hay que dicen que son cuatro mil. Pasa como con el recuento de la asistencia a las manifestaciones. El caso es que unos cuarenta kilómetros cuadrados están salpicados de monumentos mandados construir por personajes convencidos de que por sus obras no podían reencarnarse en algo decente y decidieron comprar, con el dinero robado, el futuro post mortem a base de ladrillo religioso entre lo más terrenal y pobre del mundo, campos de labranza resecos, cascajeras, matojos y árboles generosos que compiten por llegar más alto que lo que construyó el hombre para "enkarmarse" divinamente . Por la carretera nos encontramo...