Ordeno y mando
Tengo
un ordenador que no ordena nada, manda mucho. El jodido no pone orden en las
cosas o si lo pone es distinto al mío. Lo suyo es enganchar de la misma manera
que el tabaco, el alcohol, el dinero o la religión. El monitor me conduce con
sus pixeleos narcotizantes y el ligero runrún de su motorcito me engatusa con
la esperanza de que voy a encontrar algo sorprendente. Para inmunizarme a sus
encantos le llamo computadora, pero no consigo el exorcismo. No puedo nombrarla
dos veces seguidas, se me hace demasiado numérica, muy de contar. Al ordenador
lo veo más de letras, más humano y carnal por muy cabrón y dictador que
resulte. Supongo que esto le pasa a todo el mundo ordinal y me preocupo lo
justo. Al fin y al cabo el mal de los tontos es el consuelo de muchos.
El
ordenador es el brazo armado que utiliza el Gran Hermano para ordenarnos todo
lo que tenemos que hacer, comprar, comer, votar o amar. Según un amigo cibernauta
eso se consigue con los cookies. Sí, son como unas galletas que has deseado
comer alguna vez al verlas en un escaparate y se te representan a todas horas
hasta que terminas comprándolas. Yo no creo que sea solo eso. Tengo la sospecha
infundada de que el ordenador, a base de ponernos en los morros infinitos
platos de comida, consigue cruzarnos los cables para que no distingamos la miga
de la corteza. El objetivo del GH es que nos comamos la cáscara de la naranja y
tiremos el resto a su zurrón. Es un esfuerzo hercúleo eso de abrir el ordenador
y navegar tratando de no perecer ahogado.
Últimamente,
para digerir la política y no confundir la noticia falsa con la verdadera pienso
que todo es falso. Antes de atragantarme con la prensa leo EL MUNDO TODAY
tratando de entender que lo importante es la sombra y no el objeto, la noticia.
Mano de santo. A partir de esa lectura previa el resto de noticias me parecen absurdas
y ridículas. Me divierte descubrir que el mismo hecho proyecta distintas sombras
dependiendo de la ideología que sustenta el periódico.
Me
estoy haciendo adicto a las sombras chinescas. No hay color. ¿Dónde vas a
parar?
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