Libros a la brasa
Los
equipos de fútbol, a fin de ganar pasta, cambian todos los años elementos de
sus camisetas para que la inchada tire de cartera y compita por tener la nueva
equipación. Con artes publicitarias en las que incluyen a sus jugadores
estrellas consiguen vender un producto textil con poderes mágicos. Nada más
comprar esa nueva prenda adquirimos el valor que representa el equipo, más la
publicidad de un país árabe, la de una marca deportiva y el número del jugador luminaria.
Si te enfundas la camiseta de Leo, eres Leo.
El
mundo de la educación es el campo mercantil y de consumo más poderoso del
mundo. Nos consumimos consumiendo mientras unos cuantos se forran. La gente y
los gobiernos se gastan una pasta gansa en adquirir programas, chatarra
tecnológica, personal neocualificado, academias, centros superespecializados,
maletas, uniformes, prendas deportivas, consumibles de todo tipo, juguetes,
material deportivo, comedores, transporte escolar, actividades que complementen
o mejoren la formación, residencias y, sobre todo, libros de texto. Creo que la
obsolescencia de los actuales libros de texto supera a la del papel higiénico. De
un tiempo a esta parte los estudiosos del mercado han logrado que tengamos,
subrayo el imperativo, que comprar el mismo libro con distinta presentación.
¿Cómo
nos han llevado a este frenesí? Con trucos infantiles, apelando a la magia del
"saber" y con la complicidad de un profesorado noqueado por los
recortes, el tsunami tecnológico y la presión social.
Cambiando
la presencia del envoltorio con modernos dibujos y fotos maravillosas que comen
páginas enteras, menguando el texto, aumentando el tamaño de letra, colocando
espacios para escribir, invitando a
reseñar o subrayar, haciendo unas
encuadernaciones de mierda y empleando un papel de papel, han logrado el libro de texto fungible, el
lítex.
A
la palabra libro le envuelve un halo de respetabilidad difícil de rebatir,
pero, al estilo de Pepe Carvalho, merece la pena desacralizarlo cuando se
adjetiva con "de texto". Las editoriales, empresas con ánimo de
lucro, siguen resaltando los libros de texto como imprescindibles fuentes del
saber. En su publicidad afirman que una criatura, incluso en un tórrido y
apasionado verano, va a pasar a ser Einstein si traga y bebe los libros
publicitados. Lo mismo sucede con los métodos de aprendizaje de idiomas, las
academias de apoyo y la catequesis futbolística. La escuela no es suficiente y
el profesorado se transforma es un bípedo imperfecto que si no fuese por la
editorial Casquivana, Debebé o Burriking, su criatura, sí, la suya, la que
tanto quiere, sería un adoquín con pelo. Los libros de texto han pasado a ser
el alma mater de la educación a la vez que se han hecho de usar y tirar. Hoy,
la formación en academias y equipos de futbol es más importante y mejor que la
formación dentro del centro. El entrenador de infantiles es más competente que
la profesora de educación física, además es mujer. Una licenciada que da clases
en su casa o en una academia es mejor que el profesor de inglés o mate. Sabiendo
que los lítex son campo de información y conocimiento incompletos y aburridos,
las editoriales se pusieron las pilas con los materiales informáticos e
invitaron a las familias en el "aprendizaje". Esta loable intención
de que las familias participen no es nada limpia. Conociendo el afán de los
padres y madres por controlar a sus criaturas y su ardua batalla contra el
pernicioso internet, plantean el uso educativo del ordenador, sacralizan el
aprendizaje vía chatarra tecnológica (conductista y cara a más no poder) y ya
solo es cosa de recoger lo sembrado. Los padres compran, las administraciones
se suman con dos huevos duros más y ¿a ver quién es el guapo que le pone freno?
Aprende sin profe con el programa Timoteo.
Por
razones que no vienen al caso extenderse, el profesorado está dejando de
alimentar para pasar a repartir pienso. La comida rápida y precocinada copa el
mercado. Abunda el profe que necesita tener la despensa llena de latas y tarros
y el frigo hasta la puerta de pizzas matemáticas, hamburguesas de lengua,
ciencias al vacio y cualquier otra pócima que una compañera pilló de un no sé
qué en internet o del hijo aplicado de una vecina, nunca se sabe. Reparten a
toda leche, el reloj es el que marca el ritmo, tipi-tapa, a todos lo mismo. No contentos
con ello se afanan en mandar tareas y más tareas hasta que les salen las grasas
por las orejas. El sobrepeso mental y físico de los lítex está haciendo
estragos en el aprendizaje y en la espalda. Va siendo hora de montar campañas
contra el mal uso de los lítex y de legislar para que, a la vista de todo
usuario, figuren las contraindicaciones y las recomendaciones de uso y empleo. El
recochineo del recochineo son los centros privados concertados con editorial
propia o asociada al holding de colegios privados.
–Hoy toca macarrones
con tomate. Si alguien quiere kétchup hay unos tarros en mi mesa. –¡Profe! Ya
he terminado.
–Vale. Sírvete un zumo
de piña. Mañana comeremos unas hamburguesas del tema diez con patatas a la sal.
Están riquísimas. Los que no habéis
terminado los macarrones os lo lleváis en un táper para comerlos en casa. Y
mañana lo quiero limpio. Pasaré revista. ¡Ah! os recuerdo que los que no
superen el control de pizza napolitana del viernes comerán la misma hasta que
se me acaben las del frigo. El resto podrán comer mediterránea. Para amenizar
os pondré a Serrat.
–¿Quién es ese Serrat?
–Un cantante triste que
le gusta a mi madre –responde una niña.
Los fabricantes del
saber precocinado, con el apoyo de los partidos conservadores, marcan el paso
del aprendizaje dejando poco margen a la creación. El currículo oculto más
rancio triunfa. Su intención es preparar al alumnado para rellenar impresos,
hacer crucigramas, estudiar en solitario, trabajar en solitario y amar en
solitario. Quieren ciudadanos acríticos, usuarios permanentes de asiento,
consumidores de opios, obedientes y, sobre todo, miedosos. Les importa un pito
el mundo de las alergias, el de los gustos o apetencias, el de las
particularidades gustativas o el de la constitución física o mental. Las
multinacionales de la enseñanza, incluida PISA, han sabido pillar el truco del
almendruco hasta que, como en el caso del PAI, cualquier crítica pública es
tachada de sacrílega. Han conseguido suplantar la razón por la religión.
Si en un colegio quitas
la fotocopiadora, al profesorado le da
un patatús con consecuencias de parada educativa. La fotocopiadora, para el
repartidor de comida, es el equivalente al microondas. Tiene cristal, tapa,
lucecica, da vueltas, tiene su sonsonete y saca los folios calientes. Hay una
copidependencia, acrecentada en Navarra por ese buldócer programa de
aprendizaje de inglés al que Geroa Pai sigue suministrando gasolina, que se
retroalimenta a pesar de las pizarras digitales, los portátiles, las tabletas,
la memorias enlatadas o las indulgencias del trabajo por proyectos. Hay profes
que sacan fotocopias de los propios lítex para que las criaturas no escriban en
él y lo hagan en la copia.
Es difícil hacer
entender a la sociedad, familias y partidos políticos, que el mejor lítex es el
más barato, que como fuente exclusiva de información ya murió y que para
escribir son mejores los cuadernos. Y que, si hay que comprar, se compran para
que duren un montón de cursos. Cuando yo estudiaba en la escuela o en el
instituto, en los libros de texto no se podía escribir nada. Hacer la menor
marca de boli era coger todos los billetes para sufrir el peso de la ley en 3D
(física, económica y verbal).
No vamos a comprar el
mismo libro todos los años porque Botín quiera aumentar su botín vendiéndonos
Santillana. Gastamos en lo que nos da la gana y cuando nos peina.
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