El PAI es el Mejillón Cebra de la educación



En el bar cuelgan falsas telarañas. Las camareras  parecen cuerpos sacados de la morgue después de una autopsia y los dos camareros mazaos, que normalmente lucen sus tatuajes con orgullo, han cubierto su piel morena con unas camisetas cadavéricas de manga larga. Las caras de ellos y ellas están blancas, negras y grises y entiendo que en los ojos se han puesto lentillas blancas. Padres y madres sedientos de sangre fuman y beben con cuidado para no tragarse el maquillaje; unos críos tiran las calabazas sobre una mesa para que sus padres las vigilen y corren a jugar al parque. Dos chavalicas, de unos diez años, disfrazadas de viudas, cotorrean de sus cosas apoyadas en una columna del porche. Supongo que los chinos del barrio han vendido todo. A cuarenta metros del bar puedo ver la enorme cristalera de la academia de inglés que ampliaron hace unos meses. En un día normal, una gran mayoría de las criaturas que juegan en el parque llevan uniforme colegial. Ellos con pantalones siempre grises y jerséis diferenciadores; ellas siempre con faldas diferenciadoras. Los críos que van a la pública calzan deportivas, las crías no llevan faldas.
Dejé el coche en el parquin del río. Yendo a por el tastarro, cerca de una escuela PAI, una familia disfrazada de muertos vivientes me saluda. Si no me llaman no me entero. Son del barrio de toda la vida. Él trabaja en el Ayuntamiento y ella en una empresa de Landaben. Me cuentan que van a cenar con gente de la APYMA. Cuando los críos se adelantan me comentan que no saben qué hacer. El mayor está en sexto, va bien; el pequeño no va mal, pero no está a gusto. Está rebotado con la escuela. Le ha tocado PAI. En infantil tuvo cinco tutoras y en los dos cursos de primaria, tres. Alucinan que no haya una escuela pública en el barrio para estudiar todo en castellano. Ella me comenta que la única que hay en castellano, y les pilla muy lejos, es en la que yo trabajé. Ahora tiene muy mala fama. Van todos los rebotados del PAI.  No sé qué decirles.
Cuando veo el viejo puente de San Pedro se me ocurre que el PAI es el Mejillón Cebra de la educación.

El blanco de los sanfermines me pone negro y el negro de los jalowines me pone blanco. Los uniformes me cabrean.

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