Polvo cósmico en casa
Se
agradecen estos días de sol mañanero con apuntes primaverales. Es una pasada
ver entrar la luz por la ventana dejando a las claras los cristales a punto de
ser translúcidos, el polvo procesionando por el salón en cuerpo de ciudad, los muebles
oscuros velados por un no sé qué, ayer no estaba, de tono blanquecino con
abundantes huellas dactilares y señales de haberse arrastrado un trapo
perezosamente sin rumbo. Yo creía que lo tenía todo como los chorros del oro.
No importa, para ver esto es mejor no quedarse en casa. ¡A la calle! que ya es
hora... que escribió Gabriel Celaya. No merece la pena meter horas limpiando. El
polvo está ahí y en el momento que se hace un chequeo, un análisis del espectro
polvomagnético, salen a pasear ácaros y monstruos domésticos de todo pelo tejiendo
un visillo sobre la pantalla del televisor. Un peligro tremendo esto de
convivir con animales microscópicos que te asaltan cuando entra el sol por la
ventana abriendo la caja de Pandora. Es como escanear la casa y eso me
intranquiliza. Te pueden detectar algo grave, sin posible tratamiento, y te
dejan hecho polvo. Mejor poner los pies en polvorosa porque aunque baje la
persiana el dinosaurio seguirá allí.
Así
están los vecinos con Romeo, su gato. Todo el día con el aspirador. Me imagino
flotando en el aire pelos de misino enrollados con polvo tornasol y termino
enfundado en una escafandra.
Genial, Joan jo. Me gusta tu solución: dejar el trapo y salir por piernas (ja, ja, ja...)
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