(1) Repartir la gracia de Dios
Imagen bajada de Google al poner la palabra "Partir el corazón". abc.es
El reparto del alumnado es una barbaridad desde el punto de vista
conceptual, jurídico y educativo. Para justificar el reparto se utilizan los
informes PISA (unas pruebas cada vez más cuestionadas y nunca objetivas que se
realizan a eso de los 15 años).
Son muchas las cosas que se pueden hacer para mejorar la educación y los
conocimientos propios de las distintas disciplinas o materias que conforman el
currículo escolar.
Algunas están en manos del
profesorado, en las formas, métodos y estrategias de enseñanza y en
el clima positivo que crean en clase para que todos y todas disfruten
aprendiendo; otras, las potentes, las estructurales y formales que dificultan la labor del profesorado y la formación del
alumnado, están en manos de la Consejería o del MEC.
Parto de la base de que la pretensión del Departamento debe ser hacer todo
lo que está en su mano, y más, por una escuela
inclusiva, la que está a favor del alumnado vulnerable por la marginalidad
o la exclusión social. Todos somos diversos y la escuela es parte activa, no
está al margen del cambiante entorno social, cultural y tecnológico. El sistema educativo es el vehículo de
inclusión social más potente porque no cuestiona el ingreso de un alumno-a por
razones económicas, lingüísticas, cognitivas, religiosas, conductuales,
afectivas, culturales...
La escuela inclusiva por excelencia es la escuela pública. Por lo
tanto, todos los esfuerzos de la administración deben favorecer la inclusión y
compensar las desigualdades.
Para entender la escuela inclusiva debemos considerar que no solo es
competencia del centro educativo y que se ciñe a los trabajos que se
desarrollan dentro de las paredes escolares. Una escuela inclusiva no es un
ente al margen de una sociedad normalmente no inclusiva. La labor docente no es
capaz, por muchos paños metodológicos y esfuerzo titánico por parte del
profesorado, de alterar significativamente la exclusión social o el desarrollo
armónico de los individuos. Una escuela inclusiva es un barco que surca los
mares de una sociedad agresiva y el gobierno debe hacer un gran esfuerzo para
llevarlo a buen puerto.
Para entender el envite de conformar un sistema educativo inclusivo,
tenemos que atender los aspectos cognitivos, lingüísticos, sociales y de
relación, de género, afectivos, motrices, auditivos, visuales, culturales, religiosos,
económicos y de todos los recursos materiales y humanos que la sociedad, el
barrio o el ayuntamiento pone al servicio del vecindario.
Todos estos elementos que conforma la inclusividad
deben ser tratados con un talante equitativo. Entendiendo por equidad la
intención de valorar las
diferencias y ofrecer un trato adecuado para superar las desigualdades
existentes en la sociedad y que coloquen al individuo como sujeto preferente.
Como por desgracia hay bastantes elementos que contravienen la
inclusividad, me voy a permitir describir alguno de ellos.
Programa PAI o como lo quieran llamar. En el estudio realizado por la
Administración y constatado por el profesorado y familias a lo largo de la
implantación del PAI, el tratamiento de la diversidad es el mayor problema. La
exclusión del alumnado que tiene dificultades con la lengua inglesa es elevada
y los centros no responden adecuadamente. Hay un exceso de profesorado por
aula, escasos materiales en lengua inglesa, falta de coordinación entre el
personal docente, inestabilidad laboral y otras deficiencias estructurales que
dificultan un correcto tratamiento de la diversidad. Por otra parte, como el
inglés es una lengua que se estudia en otros ámbitos no escolares, el alumnado
que no tiene poder adquisitivo ve reducida sus posibilidades de adquirir
conocimientos. No debemos olvidar que los centros PAI eliminan el derecho del
alumnado a cursar estudios en su lengua propia impidiéndole desarrollar sus
facultades con plenitud, como sí lo haría en la lengua de su comunidad.
Recursos económicos. Teniendo en cuenta las mermadas arcas y las
apretadas de cinturón me parece obsceno que familias con ingresos económicos
suficientes como para pagar una mensualidad, uniforme, transporte, comedor y
actividades extraescolares reciban los libros gratis; mientras otros,
mayoritariamente alumnado de la pública,
no tienen dinero para cualquiera de los gastos mencionados. Considero
más equitativo que se den becas y ayudas atendiendo a los ingresos familiares.
También incluiría mayores ayudas económicas, humanas y materiales a los centros
que estén ubicados en barrios o pueblos con índices de renta bajos.
Cuando algunos sindicatos, partidos y colectivos sin ánimo de lucro
airearon el reparto, como
solución a la bajada de la calidad (calidad basada en las notas académicas
estandarizadas, no en el progreso personal del alumno), yo lo definí como la
propuesta chapapote. Considerar al alumnado como algo negativo, como una
mierda que es necesario repartir para que no huela, no se vea o no perjudique
al alumnado favorecido por la gracia divina, es una salvajada que me pone de
muy mala leche. Y que mentes supuestamente pensantes les digan a los chapapotes
que lo hacen por su bien, entonces, ya, que los repartan a ellos y que dejen su
puesto a personas con cabeza y corazón.
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