Monotonía de lluvia tras los cristales.
Saludo a una señora que va medio tumbada en una silla de ruedas eléctrica multifunción (he puesto "silla eléctrica", y como me ha dado mal rollo le he añadido "ruedas"). Por el largo pasillo que delimita con el salón de usos múltiples se escucha a la monitora que en voz alta comienza un refrán y enmudece para que las residentes lo terminen. La mayoría son mujeres.
—Dime con quién andas y...
—Te diré quién eres —escucho claramente a mi madre.
—Año de nieves...
—¡A ver! Año de nieves... año de... bie...
—Nes. De bienes —claman unas voces a destiempo.
Una cuidadora me ve y entra en el diáfano salón llamando a mi madre.
— ¡Floren! Tu hijo viene a buscarte.
Mi madre, al verme, se pone contenta y la monitora le despide con una sonrisa. Le doy las gracias a la cuidadora por traérmela y empujo la silla con energía para coger velocidad. Tengo la impresión de que la he salvado de la clase. Por la forma en que se sujeta a los reposabrazos intuyo que tiene algo de miedo.
—Tranquila. Es que me ha dado un furrús. Cuando venías a buscarme a la escuela me veía muy contento y quería salir corriendo. Ahora te hago la ordea.
—Yo creo que no te ponías contento porque las pocas veces que fui a buscarte sería para llevarte al médico. Para no perder tiempo ibas a la escuela con ropa y zapatos de domingo. Eso te cabreaba. De todas formas, te debía gustar mucho porque has estado en la escuela toda tu vida.
—Bueno, vale, pero me ha hecho ilusión raptarte de clase.
—No es clase. Le llaman terapia. A la escuela se va a aprender; aquí se viene a recordar. Es muy aburrido. Yo creo que los que no tienen memoria, no oyen o ven mal se aburren y los que estamos con la cabeza bien también nos aburrimos. Para mí la escuela era el paraíso. Aunque cuando cantamos me lo paso bien. ¡Mira!, eso está bien. Lo que se aprende cantando no se olvida.
—Pues anímate y vuelve con los pinceles. No te van a poner ninguna pega si les dices que prefieres pintar.
—No. No tengo ilusión. Y mira que Aquerreta me insiste... ¿Crees que me quedará tiempo?
— ¿Para qué?, ¿para pintar? Claro que sí. Hace un año pensabas que te morías y mira...
—Para aprender. Si no aprendo nada, no sé... es muy triste vivir recordando. La vida es aprender, ¿no te parece?
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