Perútoyo I
En Repartidor, después de dejar un toyoperú, nos quisieron meter a los cinco, con nuestras mochilas, en un perútoyo (Toyota de carretera) no mayor que un 205. Discutimos con el que distribuía los carros y le convencimos de que nuestros cuerpos gentiles querían llegar a Tingo María vivos. Nos pidió un poco más por la comodidad de ir en uno mayor y le dijimos que nones, que nos íbamos a otra agencia. Que no, que hay que mantener a la familia, que bueno, que vale”. Nos metimos en un Corolla conducido por el Gordito, que bien pudieron haberse dejado de apodos cariñosos y llamarle Gordo de la leche o Gordo.com. La alineación fue de cinco mochilas en el maletero y sobrándose por encima del asiento, una muralla defensiva de cuatro atrás, como sardinas, y un extremo acompañando al Gordito.com. Como se puede apreciar un equipo a la italiana. Como los cuatro no nos podíamos poner en línea, dos ponían sus posaderas un poco adelantadas. La suerte, eso me pareció, de ir por una carretera asfaltada se convirtió en una pesadilla porque el Gordito imitaba a Alonso con entusiasmo. Aceleraba al entrar en las curvas y derrapaba al salir. Menos mal que el perutoyo iba cargado porque si no podía haberse ido de culo y nosotros también. Y gracias a Pacha Mama por no permitir que nadie viniese en dirección contraria.
Nuestro tormento terminó cuando nos paramos en una especie de venta. Gordi nos dejó en el coche y volvió entusiasmado porque ya había encontrado un coche que nos llevase hasta Tingo María. No entendimos muy bien los motivos del cambio, pero no era cosa de insistir, no fuera que siguiésemos con él otros cien kilómetros. El caso es que nos montamos en un perútoyo Corona conducido por un señor bajito y con bigote; un tío calmao y conversador que, viendo nuestra palidez, se apiadó de nosotros porque seguro que conocía el estilo de conducción de xxx.gordito/rally.
Tingo María a pesar de llevar fama de ciudad conflictiva por el tema del tráfico de coca, no resultó ser más que un hervidero comercial y hotelero, con infinidad de bancos, tiendas de cambio y aeropuerto. Bueno, y policía pública y privada muy uniformada, con chalecos antibalas, porras al cinto y trabucos en la cadera.
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