¿Gratuidad de libros? Y una mierda.
Me alegro que desaparezca el impuesto a los pobres que se ha venido en
llamar gratuidad de libro de texto. Sospecho que los motivos son económicos y
no éticos, pero me da igual. Cuando se institucionalizó, con el apoyo de todo
el arco parlamentario y de la sociedad en general, primó la rentabilidad electoral y el
populismo. A los que nos opusimos se nos ignoró o se nos tachó de reaccionarios
por oponernos, según ellos, al sacrosanto principio de gratuidad de la enseñanza. La verdad es que siempre hemos estado a favor
de la gratuidad de la enseñanza pública y de la ayuda a las familias que no
tienen suficientes ingresos económicos. Lo que no admitimos son los medios para
conseguir el fin. En sanidad no se entiende que la gratuidad incluya hospitales
privados o ayudas para el acceso a los mismos. En educación se habla de
libertad de elección de centros, de cheque escolar, de equiparación de sueldos
y de becas para todo el mundo con una ligereza argumental propia de barra de
bar o de cuba callejera para fumadores.
Luisa Fernanda, Mélani y su madre vivían de alquiler en una habitación de
un cuarto piso sin ascensor. En otro dormitorio de la casa se alojaba una familia
compuesta por un matrimonio y un niño que está todo el día berreando, y en la
habitación más pequeña dormía una pareja de muchachos casi invisibles. Compartían
el baño, la cocina y el salón. Lo más importante y peligroso era el frigorífico
porque había que respetar los tentadores refrescos del resto de inquilinos. La madre trabajaba en varias cosas a la vez. Limpiaba casas, por las noches cuidaba enfermos en el hospital y los festivos ayudaba en la cocina de un restaurante en el que trabajaba una compatriota suya. A los seis años de no vivir por encima de sus posibilidades consiguió traer a sus hijas.
Las dos hermanas estudiaban, y mucho, en una escuela pública que estaba cerca de su casa.
Todos los años, el MEC les concedía becas por valor de 95 euros y los gobernantes del viejo reino en el que vivían les sumaban otros17. El Consejo Escolar de su escuela, gente que tampoco vivía por encima de sus posibilidades, decidió crear un banco de libros que por 20 € les prestaba los manuales del saber para todo el año. ¿Por qué le llamaron banco y no caja? Porque se olían que lo de caja no iba a funcionar. Además, los libros en una caja no se ven y no facilita su uso. Sin embargo, un banco se parece más a un anaquel, suelen estar en los parques y uno puede sentarse a leer. Por otra parte, el tiempo les ha dado la razón porque las cajas se fusionan para formar una banca; y eso, una banca, no es nada. Además, si le ponen una K, como se pone en TIL, pueden entrar en bankiarrota.
Corría, no muy deprisa por problemas en las articulaciones, el año 2008, cuando unos clones defectuosos de Curro Jiménez y del TIL Robin Hood les hurtaron a nuestras hermanas las becas de ese año y de otros tres más. Robin con Curro, que sí vivían por encima de sus posibilidades, entregaron el dinero sustraído a Iker, Maider, Xabi, Marta, Jorge y Patricia. Todos ellos pertenecientes a familias con buenos ingresos y que asistían y asisten a centros privados. No sabemos si vivían por encima de sus posibilidades, pero sí por encima de Mélani y Luisa Fernanda.
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