Bankatedral

Manuel Fernández Castiñeiras es un chispas divino que nos ha demostrado que la pasta, la tela, amén de estar en los bancos, está en la catedral de Xantiago de Compostela. Manny, su nombre familiar como bróker, se percató de que el botafumeiro era utilizado para extender una cortina de humo sobre el blacK money y que en las sacristías y oratorios circulaban más euros que peregrinos. La pasta en billetes (las monedas se las llevaban al banco en sacas) se iba amontonando milagrosamente y el contable no tenía ni manos suficientes, ni tiempo para registrar la inmensa producción. Manny, en más de una ocasión, avanzada la noche, vio a Don Euro Negrín, clérigo y cajero almacenista de la empresa Peregrino & Holy spirit, en medio de una humareda y en camiseta, contando fajos de billetes que amontonaba según el color.


-Hijo. No sabes bien lo duro que es esto. Tengo las yemas de los dedos como un guitarrista –masculló sin quitarse el puro de la boca.

-Mejor si compra una máquina para contar –le sugirió Manueliño (apodo que le pusieron en la factoría catedralicia cuando entró a trabajar con pantalón corto).

Dado que no le hacían caso, Manny no se lo pensó dos veces y se dedicó a aligerar la tarea del banquero con sotana. No era cosa de tener problemas de almacenaje. Entre los cables y los enchufes metía la pasta y la guardaba en un coche acorde con la divina misión: un Xantia. Tal era el caudal de ingresos que ni Dios se percataba del desvío. Bueno, a decir verdad, en alguna ocasión, Don Euro se mosqueó por la bajada aparente de producción y exhortó, en homilías y en la hoja parroquial, a los feligreses y peregrinos en general a que se remangasen a la hora de las limosnas. “El peregrinaje tiene peaje” “El camino de Santiago es una autopista” se titulaban dos de sus homilías. Entre pan y vino parece que Manny se llevó de las cillas un palé de más de dos millones de euros.

Continuando es su impagable labor de ayuda a la curia compostelana, filial de la multinacional católica con sede en Roma, se empeñó en modernizar la biblioteca y ahí fue donde la cagó. Don Latin King, trinitario reconocido de uno al otro confín, se pasaba horas enteras estudiando libros pesadísimos.

-Don Latin, esta biblioteca no es operativa. Esos libros tienen que ser digitalizados. Pasarlos a eBook sería mucho mejor que andar cargando con ellos. Todas esas anotaciones y subrayados que hace usted, de mala manera, no dejarían marca –le exponía Manny.

-Ya, ya, Manueliño. Eso no puede ser porque todo el mundo tendría acceso y se vulgarizarían. Estos libros son grados. Están en latín -aclaraba Don Latin.

-Pero los dibujos son muy chulos y se entienden. Además no habría que pagar derechos de autor.

-¿Cómo que no? Son nuestros.

-Vale. Pero, ¿y si hay un incendio?

-Por favor, Manueliño, no mentes al diablo.

-Pues usted debe dejar de fumar. Es malo para la salud y no se puede fumar en el trabajo.

-Mira, Manueliño, no me jodas. Estoy en mi casa, no en el trabajo. De gustibus et colon bus non est disputandurn.

Entendiendo que el bibliotecario le había dicho “si te gusta que te den por el culo no vayas de putas”, Manny se cogió un rebote y cuando estuvo solo en la biblioteca, abrió la vitrina donde se encontraba el libro más querido por Don Latin y se lo llevó.

A los días, Don Latin se percató de que el libro no estaba. Para no alarmar al personal colocó una nota por las distintas puertas del palacio arzobispal pidiendo que si alguno se había llevado el Códice Calixtino, lo devolviera. Transcurrido un tiempo, y con el permiso del Dean, hizo un registro por todos los dormitorios no fuese que alguno lo tuviese como libro de cabecera, encima de la mesilla. Nada. El libro de marras se esfumó y a los archiveros no les quedó más remedio que denunciar su ascensión a los cielos.

Un año de dura investigación le llevó al equipo más puntero de la policía descubrir que el Códice estaba en la bajera de Manuel. Que lo tenía Manueliño lo sabían desde el principio. Era el sospechoso número uno porque el día que desapareció el códice, las cámaras de seguridad registraron al electricista con un bulto bajo el brazo. ¿Por qué han tardado tanto tiempo? Porque estaban a la espera de que se lo vendiese a una banda de traficantes de arte y así pillar a más gente. Como la transacción no se producía y Rajoy necesitaba salir en la prensa por algo bueno, decidieron ir a por el electricista. Dicho y hecho. La poli encuentra el Códice que Manny no tuvo tiempo de escanear para colgarlo en la red en pdf y, milagro: dos millones y pico de euros en billetes. El equipo policial más puntero del mundo mundial dedujo rápidamente que la pasta era del cabildo, pero que se la devolverán cuando tengan la certeza de que se la llevó Manny.

Notas:

-Rajoy salió en todos los medios entregando intacto el Códice Calixtino.

-Manuel Fernández está en la cárcel a la espera de juicio. No se ha gastado ni un duro. Ha custodiado el incunable y en su garaje sigue el viejo Xantia.

-Don Euro Negrín continúa de clavero. Ahora ha puesto una contadora de billetes y cerraduras de seguridad. Está recopilando sus homilías para publicarlas.

-Don Latin King sigue en la biblioteca y fumando los puros que le regala Don Euro. En su mesilla hay un eBook.

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