Letra pequeña
Desde hace un tiempo y tres
cuartos de lo mismo tengo una lucha con mi longitud de brazo, el tamaño de la
letra y otras pequeñeces que invaden mi espacio. Voy de aquí pa'lla y más de
allá pa'quí con mi cristalino ocular en plan duralex maldiciendo lo divino lo humano
y lo material. El otro día, tras un intento hercúleo por descifrar un dichoso
wasap, le tuve que pedir a Sara que me lo leyese. Yo creía que era un jubilado con
vista cansada y me entero de que soy un anciano. ¡No te jode! Según parece, se
ha producido un desacuerdo en la acomodación de mi cristalino y un músculo
ciliar que no tenía ni idea de que existía. Es decir, tengo presbicia y no
tiene nada que ver con tanta pantalla de ordenador o libros de letra pequeña. Los
griegos le dieron ese nombre, ancianidad, porque ser mayor y cascar en las
distancias cortas es lo mismo. Nada de vista cansada de tanto leer y cuerpo
jaranero como nos dicen para vendernos gafas o zapatillas de correr (ya me disculparán por ser clásico, pero he
pasado por salir a correr, hacer jogging,
footing, ruuning... y me quedo con correr).
Cuando Presbicia besaba los ojos de
un hombre libre, el pobre salía a pasear y a charlar en el foro con el hándicap
de no poder reforzar su argumento poniéndole al compa el pergamino en las narices y largarle un
¡Toma! ¡Lee! Los presbíteros hablaban de memoria, de oídas. Se acabó eso de lo
he leído en el Txiripas Today, El Kosmos, El Logos. The Sirtaki Time... porque como todos eran de la misma quinta y no
había gafas, quedaba claro que era una marianada, salvo que, como Platón,
tuviesen discípulos con buena vista. Me imagino a Platón, en su academia,
pidiéndole a un discípulo un poco torpe, al que todos llamaban Papanatas, que
le leyera el diario o la tablilla. -Maestro. Aquí pone que los bárbaros del norte
nos van a joder. Un emigrante griego que limpia las orillas del Rin dice que
tienen unos carros muy buenos, comen tripas de cerdo y beben cebada fermentada.
-Ese griego ha salido de la caverna. Eso tenéis que hacer vosotros. Aquí no os
vais a comer un yogur -comenta Platón. -Pero, maestro, lo que coman o beban es
ajeno a sus intenciones de jodernos -replica un discípulo venido de Estagira.
-Lo que dices tiene lógica. Llegarás lejos -apunta Platón dándole una palmadita
en la espalda.
Presbicia se desdibuja conforme
se acerca.
Presbicia será la mujer del presbítero, ¿no?
ResponderEliminarClaro. Era muy guapa y lujuriosa.
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