Llaves de mar





Se autodefinía como un amo de llaves. Cuando había mar de fondo salía a pasear por la playa. Con un báculo que talló en su infancia hurgaba en la arena al menor indicio de que pudiese estar semienterrada una llave de mar. Rodadas hasta el extremo de desvanecer su identidad, mordidas hasta perder los dientes, pulidas hasta eliminar los surcos, suaves y frías se acomodaban en la sequedad de los cajones de la gran cómoda de su habitación.

Matarile-rile-rile.
Matarile-rile-ron.

Eran llaves perdidas, escondidas, arrojadas al aire, al río o al mar para sellar su secreto. Llaves de cofres piratas, llaves de armarios, llaves de candados de amor colgados en los puentes, llaves de castillos, llaves de presidio, llaves de sagrario, llaves de alcoba,  llaves de convento, llaves de burdel, llaves que cerraron bocas, llaves del saber; la que entregó Boabdil, la de Isis, la de Pandora, las cruzadas de san Pedro. La llave maestra del universo era un hilo de coral que colgaba en el espejo.

Su casa siempre estaba abierta. La puerta era de vaivén, como las olas del mar.

El sonido grave del mar le despertó cuando el sol aún no había empujado la puerta del día. Se puso un chubasquero que tenía colgado en la entrada, cogió su cayado y salió a empaparse el alma caminando por la playa. Las olas se rizaban una sobre otra y en su intento desesperado de morir tierra adentro arañaban la playa aventando el llanto sordo del rodar de las piedras. La mar de fondo vomitaba todo lo que no era suyo. Entre ropa difícil de identificar y botellas de plástico encontró una llave enhebrada por una Liz a modo de llavero. Para continuar con su paseo subió con cuidado por las grandes piedras del espigón artificial que divide la playa. Una vez arriba, al  levantar la vista, se le heló la sangre. Cuerpos inertes eran empujados por el mar. Tiró la llave entre las rocas y echó a correr pidiendo ayuda.

Comentarios

  1. Por la hora de publicación, tu escrito era la llave que cerraba un día. ¡Ojalá todas las llaves fueran metafóricas!

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