El mundo es un pañuelo
Yendo
a la reunión de la PAH del barrio un vecino que hace tiempo no veía me saluda y
me llama desde la terraza cerrada de un bar que hay en la calle Sanduzelai.
Como me hace ilusión reencontrarme con él, acepto su invitación. Nos damos un
abrazo y se va para dentro del bar después de confirmarle que quiero una
cerveza. Llovisquea y los fumadores echan humo bajo el ruido ratonero del agua
al chocar contra el toldo. Casi en el exterior tres jóvenes de unos dos metros charlan en voz baja mientras
beben cerveza. Creo que vienen de Ucrania. Al
fondo unos marroquís toman café en animada conversación. Uno de ellos saca una
cajetilla de puritos, invita al resto, nadie le acepta y se enciende el suyo. Marcos,
que es como se llama el amigo colombiano que me ha invitado, viene con las
cervezas en la mano, pero se queda sujetando la puerta con el pie para que
salga tranquilamente un señor mayor que, nada más pisar la acera, se encasqueta la boina a la vez que se
queja del tiempo.
Charlamos
de hijos, dinero y política. Me dice que
está trabajando, haciendo lo mismo por menos dinero que hace tres años. El
curro de ahora es el número cinco en año y medio, pero está contento. Conoce al
encargado y se aprecian. Coincidieron hace tiempo en una empresa de limpieza
industrial. El paro le dejó jodido por el asunto de no poder pagar la hipoteca.
Me dice que se va a la cama porque trabaja de noche. La familia está bien. Le
están decepcionando todos los partidos. No hacen nada.
Entro
en el bar para ir al baño y saludo al padre de Mamadu. La madre de Ivanka, Irina,
que trabaja de camarera en el bar, me dice que me sienta bien la jubilación. Yo
le respondo que a ella le sienta mejor el trabajo. Se echa a reír abiertamente.
Le pido que le de recuerdos a su hija.
Ya
en la calle, una dominicana gordita, empujando una silleta, cruza el paso de cebra corriendo y
cantando. La alborozada niña que va en la silleta le anima a
que corra más. Al llegar a mi altura, a la cría se le escapa el paraguas que
llevaba abierto. Lo cojo del suelo y se lo entrego a la madre. Las dos me dan
las gracias.
El
gato de mis vecinos es persa, de Zaragoza.
San
Jorge es el mundo.
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