COVID XIX
El lenguaje matemático tiene de verdadero lo que tiene un poema de Alberti o una foto de Robert Mapplethorpe. Sin embargo, le atribuimos un carácter tan de palabra de Dios, de precisión absoluta, que todo discurso que se precie debe ir acompañado por una expresión numérica. Fulano se lleva el gato al agua cuando pone cifras favorables a su tesis y por mucho que mengano, su contrario, trate de contrarrestarle argumentando lo que sea, no tiene nada que hacer.
Estos meses de pandemia y de matemática intensiva me retrotraen al instituto y a mis ensoñaciones cuando descubrí que los números cambian de chaqueta, que hay letras que se comportan como números, que los árabes tiraron a las catacumbas los números romanos (tiene gracia que sean siete letras mayúsculas), que los números son masculinos y las letras femeninas y que las matemáticas tienen algo cabalístico que viene de perlas para acojonar al personal. Si M. Rajoy largase sus discursos con cuatro datos en lugar de con cuatro palabras, aunque seguirían siendo disparatados, Mariano quedaría bien, como que sabe lo que dice. Los datos numéricos, normalmente obtenidos por sesudos expertos o eso dicen, son una expresión de la realidad de la que parte el comercial o el político de turno para ofrecernos soluciones al problema que denuncian los datos. En este país, donde matemáticas la pencan 99999 de cada 100.000 habitantes, está chupao dejar al personal con la boca abierta diciendo que el PIB es un 7% más bajo que el del año anterior. Ese 7% le da tal veracidad que la peña, en su barbecho matemático, da por bueno todo lo que le propongan para mejorar ese dato, no la realidad, aunque no entienda ni sepa qué es el PIB, desconozca los datos del año pasado y las circunstancias por las que ha llegado a ser un 7º % más bajo. El Mundo y El País dicen que los datos de Madridspain son tales y cuales a la vez que denuncian errores, ocultaciones, fallos de Excel, pérdida de datos por el camino... Da igual. Los números son una imagen y la imagen vale más que mil palabras. Si yo fuera periodista y tuviese que entrevistar a un cargo político lo primero que haría sería hacerle preguntas del tipo ¿Podría explicar cómo se obtiene los datos de los positivos por coronavirus? ¿Qué fórmula matemática se utiliza para datar los infectados por cada 100.000 habitantes? ¿Qué es eso de los acumulados? o sin llegar a tanto les pondría problemas de 6º de primaria. ¿Por qué hacerles esas preguntas? Porque tengo la impresión de que no saben de qué hablan.
Para reavivar los juegos numéricos de mi adolescencia tardía he tecleado "clasificación de los números". Todo me estaba resultando incomprensible y poco evocador hasta que ha aparecido en la pantalla un colorido diagrama con sus conjuntos y subconjuntos. Esto era lo que buscaba, la sugerencia que me iluminó, en du día, la vida íntima de los números. He tenido tal flashazo setentero que me han salido fotos en blanco y negro en la que llevo pantalones de huevo partido, camisas de flores y pelos largos, largos.
Todo el mundo sabe que los números son Complejos (C) y que su complejidad es tan real que todos los números son Reales (R); pues no, hay números imaginarios, como hipocondríacos. ¿Cómo se te queda el cuerpo? Los números imaginarios son fruto de los psicotrópicos y no tienen sigla que los identifique, viven en una fosa del subconsciente para no avergonzar a la familia matemática. Parece que los números Reales (R) tienen credibilidad porque tienen existencia objetiva y son lo que son. Pues de eso nada, son de la misma sangre que Emérito 1º y Felipe 6º, que pueden comportarse de maneras extrañas según estén de caza, haciendo un tumbao o en un besamanos. Los hay Racionales (Q) e irracionales (otros proscritos, como los imaginarios). Aquí, como todo el mundo estudió exactas en Aravaca, es fácil dar gato por liebre a precio de cordero. Los datos que da Madrid sobre la pandemia son irracionales para todo el mundo y racionales para el PP. ¿Qué decir de los racionales? Nada nuevo. Los que me preocupan son los irracionales. Son unos locos disfrazados de cuerdos aparentemente asintomáticos. El irracional más conocido, después de Abascal y Casado, es el número Pi (π). El número matemático por excelencia, el Pi, va y resulta que es irracional, ¡jódete! Es lo que tiene ser un número travestido en letra griega.
¿Y qué se sabe de los números de derechas, de izquierdas y de centro? Poco. Los Enteros (Z) son impasibles, uniformados, de derechas; los fraccionarios (otros desgraciadicos sin pedigrí) son de la IV Internacional, se dividen sin parar y, como es lógico, son de izquierdas; el cero, que es un entero de valor nulo calentando asiento en el senado o en Europa, es de centro. Mención aparte merecen los Zeta negativos. Son tan tóxicos que terminan siendo ceros patateros o ceros a la izquierda.
No quiero terminar está taxonomía sin exponer la categoría más intima, personal o sexual de los números, sin entrar en su aspecto visual de curvas y rectas o de su combinación tipo 69. Los uno son solteros que no se quieren comprometer con una pareja y se lo montan con otros números en plan decena, centena...; los primos, que son una especie de hermafrodita o número onanista, son versos libres y no se casan con nadie; los pares, los siempre emparejados, son amigables y dados a compartir; los impares son un tanto promiscuos, los tríos son su razón de ser; los compuestos son lo contrario de los primos, salvo del uno, que se pueden descomponer en otros números al menor disgusto, se cagan por la pata abajo. Aznar es el más conocido, puede hacerse Casado, Abascal y Álvarez de Toledo en una sentada.
Decir que los números son claros, concisos y sin dobleces es como decir que entender la Santísima Trinidad está chupao. ¿Cómo nos explicaban lo de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo eran tres en uno o uno y trino al mismo tiempo? Como podían. En su día, San Patricio, en la agrícola Irlanda, utilizaba el trébol para explicar el Misterio; a nosotros con dibujos de triángulos. Podemos haber olvidado alguno de los Diez Mandamientos, pero la imagen de los dos pedruscos con cabezal redondeado y de qué iba el texto lo tenemos gravado en el coco a cincel. En parvulitos me chocaba que les llamasen Tablas de la Ley a aquellas dos losas de piedra; más tarde, cuando me enseñaron las tablas de multiplicar, las que figuraban en las contraportadas de los cuadernos, tuve claro que las lista ordinal de pecados era un asunto matemático que se reafirmaba cuando te multaban cuantitativamente después de la confesión.) Hoy, en el máster de "Matemática vírica", los ponentes, conscientes de que los datos no son suficientes, recurren a la plástica y nos plantan gráficos, pictogramas, histogramas y maquetas en tres dimensiones que perduran más que el toro de Osborne.
Estamos llegando a tal adoración al número que sus sacerdotes y sacerdotisas, matemáticos y matemáticas, son personas serias, con buena cabeza, dignas de credibilidad y algo raras, en tanto y cuanto lo que hacen no está al alcance del resto de mortales. Sin embargo, los filósofos y filósofas, hermanos de los matemáticos, han caído en desgracia. Cuando se dice de alguien que es un filósofo o una filósofa entendemos que es una persona estrafalaria, pirada, poco seria, pobre de solemnidad, ajena a la realidad cotidiana y al que no hay que hacerle mucho caso porque puedes terminar majara perdido.
Desde principios de este MMXX nos está matemachicando la irracionalidad del los virus C R Q Z. Necesitamos una vacuna filosófica para salir de esta.
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