Pincho de bolas de pino
Hay que consumir, consumir y consumir hasta consumirse consumiendo.
Las fallas eran las fallas y había que salvarlas para que no ardiesen los negocios en torno a la piromanía de San José carpintero. El dineral que dejaron de ganar me dejo en ascuas. La Semana Santa en España es fuente de alegría y pasión por el turismo religioso y capitalista. Los comerciales pedían a gritos de saeta que rezásemos para resucitar el mercado turístico lo antes posible. La pasta que dejaron de ganar me dejó en un valle de lágrimas en la arena de la playa donde escribió su nombre, chi ri bi ri bi po po pom pom. La Feria de Abril se quedó sin casetas, caballos, farolillos, toros... Los señoritos engominados de Sevilla perdieron su silla. El parné que no fue a su buchaca me dejó joío. El capote de San Fermín tapó los encierros, las peñas y la sonrisa del vecino soso que abraza al vecindario el 6 de julio. El pobre de mí de los profesionales del jaleo me dio una cornada en la cartera sin orificio de salida. Las canciones "Salvemos los hoteles", "Like a bar", "Tourism is life" y "Hala Madrid, hala Madrid" se han disputado el trono de la canción del verano sustituyendo a "Resistiré". ¡Qué horror! Tanto lamento y tanto pedir mi colaboración me han terminado hartando. Mi dinero me lo gasto en lo que quiero, no me culpabilicéis de vuestras "no ganancias". El domingo por la mañana, los empresarios de hostelería me dieron la tabarra con sus cláxones y trompetas. No veo ni escucho montar bronca a los currelas del sector, aunque sé de sus salarios de mierda que dejaron a la vista los ERTE.
El gobierno acaba de anunciar un estado de alarma hasta mayo para que las Comunidades Autónomas hagan uso de su autonomía en pro del bien común. No han pasado ni dos segundos para que los líderes ultras monten un sarao porque peligran las ventas y el turismo de la Santa Navidad. Unas fiestas en las que la gente gasta lo que no está escrito no pueden pasar a ser de austeridad y de confinamiento. Algunos se alarman más al sacar la calculadora religiosocatpitalista y coscarse del peligro que corre la Semana Santa del veintiuno.
Hay una campaña, desde antes de la pandemia, para salvar el comercio local, el de cercanías y el consumo sostenible. Hay que ir a bares no franquicia, pedir cerveza de aquí, pinchos de materia prima de aquí, comer cosas de temporada, tabaco de aquí, no comprar en Amazon, ni en las grandes superficies de aquí o de la Francia cercana y otras exquisiteces. Según mi doctora no debo beber alcohol, ni fumar, ni tomar excitantes, no degustar grasas, ni untar el huevo, ni darle al marisco. Mi doctora pasa de campañas y me recomienda pasear, comer sano y relajarme; si esto lo hago cerca o lejos le da igual.
Los mismos que nos piden responsabilidad, quitan plazas de aparcamientos o invaden zonas peatonales para llenarlas de mesas, sillas y estufas de gas a fin de que incumplamos con su primer mensaje de responsabilidad. Las mismas autoridades que nos invitan a quedarnos en casa, nos van a llenar las calles de lucecitas, arbolitos y belenes para que nos alegremos la vida consumiendo. Nos piden que cantemos villancicos en un réquien con Papá Noel a la batería, Olentzero a los teclados, Santa Claus al bajo y el trío de voces regias Melchor, Gaspar y Baltasar.
¡Kirie Eleison!
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