De Madrid hasta el gorro.
Guardar distancias, lavarse las manos y ponerse un barbijo son la Santa Trinidad, el teorema de Pitágoras de la salud, que los colonitas (seguidores de la doctrina de la plaza de Colón) se empeñan en trampear y pasárselo por el forro haciendo que los catetos se carguen la hipotenusa a base de hacer excepciones por días sagrados y fiestas de comprar. Los coloneros (colonitas que le sacan pasta a su fe) están enfangando todo hasta la náusea. El febrero del diecinueve se hicieron a la mar, con viento de poniente, en dos carabelas, la Pepa y la Vox, y una nao, la Ciudadana, amén de unas chalupas, tipo la Upeene, algún que otro flotador y ninguna patera. Lo malo es que nada más elevar anclas el mar se enmierdó, se hizo de noche y hasta hoy. Desde aquel infausto día anochecido padecemos tormentos en forma de lluvias, vientos, granizadas, marejadas y nevadas políticas con epicentro en Madrid. Los colonitas no paran. Como ultraliberales que son, cuando no tienen el poder político, el económico lo tienen desde siempre, la lían. Tachan al gobierno de dictadura y así, como contra una dictadura vale todo, blanquean los errores que ellos, los coloneros, cometen donde gobiernan. Su modus operandi es llevar la contraria. Aprovechan la pandemia, la nevada, las colas del hambre, las riadas, todo, para impulsar la privatización de los servicios. Me resulta ridículo y poco útil diferenciar entre pepenitas, voxeros, urbanitas, upenitas, versos libres.... Son distintos repartidores de Amazon con el mismo paquete. Son tan iguales que donde gobiernan juntos no discuten. No quiero perder el tiempo analizando la mayor o menor catolicidad de capuchinos, carmelitas, salesianos, paúles...
La interpretación neoliberal de los coloneros almirantes de Madrid tiene algo de niños moñas. Neptuno y Feme suenan a pareja adolescente con caros tratamiento contra el agné que todo el jodido día están en el limbo y abren la boca para berrear que sus suspensos se deben a la manía que les tiene el profe y que en cuatro días, cambiando de centro, lo aprueban todo. Son de estirpe inteligente, de pedigrí mandón, de mear champán en cubitera. Sé que lo que digo es una frivolidad dada la triste realidad a la que este dúo y su banda de trompetas y tambores, dirigidos por MAR, nos están sometiendo, incluso a los que no vivimos en Madrid.
–¡Jopé! El papá de Nep le deja hasta las doce. Eres un bolivariano. ¡Venga! ¡Porfa! –lloriquea Feme detrás de su padre.
–¿Para qué queréis ir a esa discoteca de mala muerte, teniendo como tenéis el club de golf? –pregunta su madre cerrando la comitiva.
–Para llevarnos la contraria. Yo le digo que no para que ella diga que sí. Lo que no controlo es a esa pandilla y, sobre todo, a ese oscuro de los Rodríguez de Valladolid. Es mayor que ellos y me da que tiene mucha influencia. Los maneja. –sentencia el padre.
–Mar es majísimo. ¡Venga, papi! Ponme el toque de queda a las dos o a las tres. No voy sola.
Dos calles más al norte, en la misma urbanización, Neptunito, con un pulóver azul claro anudado al pecho, le suelta a su padre la misma letanía, pero como los compis de urbanización le han nombrado portavoz porque tiene una escúter, suma a la causa a toda la cuadri.
–A Santi, a Juanma, a Teo, a Feme, a todos les dejan hasta las doce. Ángela, la alemana, no pide permiso desde hace tiempo... ¡Venga! Llámale al señor Johnson y verás. A Boris le dejan hacer todo lo que le da la gana. No le obligan ni a peinarse. Estamos en Europa. Madrid es Europa. No vivimos en Provincias. Somos la envidia de Occidente.
–¡Joder! ¡Qué pelma eres! ¿Quién es ese Santi?, ¿y Juanma? ¿Conozco a las familias? – pregunta su padre sin dejar de leer el periódico.
–¡Of course! Santi es Abascal, el de los caballos, y Juanma es el de...
–Habla con tu madre. Pero no sé para qué coño pagamos el club de golf.
La cuadri consigue flexibilizar el horario y como la urbanización les queda pequeña le llaman a Teo, que ya tiene carné, para que los lleve en el coche del padre de Cayetana. En la discoteca se cogen un pedal del quince y tienen que ir los padres a por ellos a eso de las tres de la madrugada. Al salir del aparcamiento, la madre de Cayetana le da un golpe al coche del padre de Feme. Que si tú que si yo, que tu seguro, que mira lo que haces... discuten los progenitores. Cayetana, que tiene un máster en antepasados, les suelta que la culpa la tienen ellos por ir a buscarlos medio dormidos.
En casa de los Saturno Ops se come a las dos. Neptunito llega tarde, arrastrando su cuerpo, pálido y ojeroso.
–Menuda pinta traes.
–Por favor. No gritéis que me duele la cabeza. Nos pusieron algo en la bebida. Uno de los camareros tenía pinta de podemitas. Seguro que sabían que éramos de la urbanización. Nos tienen envidia.
Femita comunica al servicio que le lleven la comida al jardín, debajo del templete que les regaló Sarasola. La criada se encuentra a Femita dormida en la hamaca con Kuko acurrucado en su regazo. Kuko es un perro color canela, muy listo, que acaba de tener un encuentro sexual con una perra de Esperanza Aguirre.
El lunes, después de clase, Feme se encuentra con Nep en el campo de golf.
–Yo no vuelvo a esa discoteca. Hay mucha chusma. El próximo finde podemos montar una disco aquí.
–Podemos llamar a todos los de la juventudes y liar una fiestuki a ful. –acota Nep mientras se seca el sudor con una toalla y se apoya en el carrito de los palos de golf.
–Yo me encargo de los adornos. Mandaré poner guirnaldas de banderitas nacionales que quedan muy monas.
–Eres la más patriota de las patriotas, maja.
–Gracias, Nep. Ayer soñé que construía una especie de hospital para las personas que tienen dolencias no muy graves.
–¡Qué guay!, Feme. Eres la bondad
personificada. Estamos conectados hasta en sueños. Soñé que reclutaba
voluntarios para atender a los enfermos. Creaba Madrid Arms.
–¿?
–Una ONG. El chollo de los chollos.
Las plagas de Egipto comenzaron cuando el faraón de turno recibió en audiencia a Moisés y a su hermano Aaron en un campo de golf cerca del Nilo; las de España, en un campo de golf a orillas del Manzanares.
Comentarios
Publicar un comentario