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Mostrando entradas de septiembre, 2013

Templos sin temple

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  A las cinco de la mañana acudimos al binthabat. Los monjes, de todas las edades, recorren descalzos y en hilera las calles de la ciudad pidiendo. La gente extiende en el suelo unas esterillas, coloca los presentes que van a entregar a los monjes y se sienta o arrodilla en un acto de recogimiento y oración. Los monjes se detienen para que los donantes metan en su vasija petitoria arroz glutinoso, frutas o dinero. Todo transcurre en silencio y es sobrecogedor aunque el encanto dura poco porque los fotógrafos lo rompen con el sonido de sus máquinas. Todos los días repiten el mismo ceremonial. Despues del binthabat nos fuimos a desayunar, como si hubiésemos ido al encierro. Mientras desayunábamos, a una velocidad de vértigo, en las calles por las que reinaba el silencio monacal montaron un extenso mercado de carne, pescado, verduras, frutas, legumbres y dulces, muy ordenado.   Los puestos ofrecían su mercancía apoyada en cartones, tablas o mesas muy bajas. Algunos ...

Luang Prabang

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Luang Prabang es una península alargada abrazada por los ríos Mekong y Nan Khane. Su urbanismo y sus edificios son clara muestra del colonialismo francés mezclado con el refinamiento oriental de sus construcciones de teca, lo cuidado de sus templos budistas y, sobre todo, su capitalidad religiosa y política a lo largo de la historia de Laos. No tiene edificios altos, todo está muy cuidado y se tiene sensación de paz y tranquilidad. Pasear por las calles de esta ciudad es muy agradable ya que, salvo una montaña que tiene en medio, el resto es llano y con el tráfico desviado de las zonas de mercados, mercadillos y paseos. Agradable siempre que lo hagas bajo un paraguas a modo de sombrilla o en horas que no casque el sol. Las chicharras no paran de cantar y dado que, salvo en las orillas de los ríos, no hay arbolado, vamos buscando la sombra de los edificios y de las muchas tapias de los monasterios. La humedad es muy alta y la ropa se pega hasta oscurecerse. Llega un mome...

Hacia la antigua capital de Laos

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El autobús para Luang Prabang es grande y destartalado. Estamos haciendo tiempo para montarnos y no sé cómo describirlo. Es azul discontinuo en tanto y cuanto en algunos trozos está repintado y en otros le falta chapa. La luna delantera tiene su típica película de sujeción para que no termine de rajarse entera.   No hay un asiento en condiciones y hay más mierda que en el palo de un gallinero. Todos los asientos tienen roto el acolchado por distintos sitios. Se conoce que todo estaba muy ajustado y con el uso las costuras fueron cediendo. Es imposible sujetar el culo del asiento y constantemente se sale de las pestañas que en su día lo sujetaban. Al lado del motor hay la consabida pila de banquetas bajas de plástico para colocarlas a modo de trasportín si fuera necesario, y lo fue.   Las cortinas mejor ni tocarlas no vaya a ser que se descompongan. El techo está forrado a trozos. El número de asiento está dibujado con rotulador en el panel que hay debajo de la ventanill...

Encierro budista

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Estamos cerca de la frontera con China y la única carretera de conexión con Laos es la arteria principal de Luang Namtha. Así que la circulación de camiones es maja. El pueblo es tranquilo, limpio y ordenado en sus servicios públicos de escuelas, polideportivo, hospital y agrupaciones mancomunadas de trabajadores. Vive del cultivo de arroz y maíz y últimamente del turismo que acude a la reserva natural que está allí mismo. Estamos en la zona del opio, pero parece que ya no se cultiva en la proporción de antes.   Ni señal de policía o militares por la calle. De vez en cuando por la megafonía que hay por el pueblo se sueltan discursos. No hay templos ni monjes en las cantidades que había en Tailandia. Bueno, es que ni se ven, al menos en el casco urbano. Alquilamos un tuk-tuk para ir a ver una cascada y una estupa. La cascada nos decepcionó,   la estupa tuvo su punto y lo mejor, el paisaje de arrozales. Subimos doscientos cuarenta y ocho escalones para ver la estupa. El...

A Luang Namtha

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El puesto fronterizo es muy sencillo y choca con las casas cercanas de aire señorial que denotan su pasado colonial francés. Entramos en un país comunista. En aquél cubículo hay seis militares (cuatro hombres y dos mujeres) que nos tratan con una corrección exquisita. El mobiliario es de madera, muy trotado, pero limpio y cuidado. No hay ordenadores ni nada que   nos indique que estamos en 2013. Es como un viaje en el tiempo a mediados del siglo pasado. Tenemos que rellenar en inglés unos impresos interminables y nos las vemos y nos las deseamos para rellenarlos bien a la primera. Los puestos fronterizos siempre imponen y tienes la sensación de que te van a examinar de arriba a bajo y que, por razones irracionales, se pueda liar una buena. Repasamos y repasamos todos los datos y decidimos corregirlos, por si acaso. Como los tachones son impresentables: a pedir más impresos. Uno recoge los pasaportes, otro mira los papeles que hemos rellenado, otro les echa un sello, otra ...