Alarma.




Cuando las catástrofes naturales sacuden nuestras conciencias, la ciudadanía responde en fantásticas avalanchas de generosidad dando dinero y todo lo que se pida. El gobierno central de turno y los autonómicos de vez mandan equipos de primeros auxilios, hospitales de campaña, perros entrenados en la búsqueda de personas y aviones con lo más necesario. Los bancos ofrecen sus servicios sin cobrar un céntimo, según proclaman ellos mismos. La iglesia reza por el mundo que sufre. Todo cuando el causante del horror no es humano.
   Hace unos días el Banco de Alimentos tocó a arrebato y la gente participó con entusiasmo. Las víctimas del paro y del trabajo mal pagado necesitan comer. Se recogió más que nunca. Las grandes cadenas sacaron sus excedentes y aportaron víveres; algunas autoridades bancarias, a título personal, dieron simbólicos óbolos; diversas firmas comerciales aportaron dádivas coreadas con falsa modestia. El gobierno central, los autonómicos y la banca elogiaban la generosidad de la gente. La iglesia se ponía la insignia de Cáritas. Todo cuando el causante del horror, el inhumano humano, toca la humana fibra de la solidaridad.
   Durante todos los días del año, de los últimos años, desde que triunfó el frenesí capitalista, personas inocentes son desahuciadas. ¿Cómo participa la sociedad para paliar esta masacre? El gobierno del PP no cambia las leyes y hasta prohíbe que las comunidades autónomas como Navarra o Andalucía legislen para paliar el dolor de las víctimas. Los bancos no perdonan y piden mes a mes su parte alícuota del botín. La Iglesia sigue inmatriculando con frenesí a la vez que tiene edificios vacios. Todo cuando los causantes del horror, los inhumanos banqueros y sus gobiernos sicarios, no quieren que veamos sus manos manchadas de sangre.  
   María da a luz en un portal, entre cartones.

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