Hospibar
Me cabrea la modernidad verbal que
consiste en cambiar a las cosas de nombre para seguir siendo lo mismo, pero más
caro. La última bofetada me la ha dado la parida de llamar gastrobar a un bar de
pinchos, supuestamente, de alto nivel. ¿Se pueden superar algunos bares de
Iruña o Donostia? Ni de coña. Oigo ese palabro y veo a un camero con bata
blanca metiéndome un tubo por la garganta o a la gente corriendo al baño
después de tragar un puré asqueroso. Gastrobar, ¡no me jodas!
Donde esté el bar de cabecera, el
de cerca de casa, al que vas solo y pasas la tarde hablando o jugando al mus,
que se quiten todos los demás. Eso es un bar. Ese camarero mitad sicólogo y mitad entrenador
de futbol que te saluda desde la puerta y se lía con la parroquia. Ese sicobar debe ser declarado monumento
intangible de la humanidad y entrar en los planes de los servicios sociales de
los ayuntamientos como lugar de primeros auxilios y hasta, si me apuras, de la
red básica de salud.
Tiene bemoles llamar gastrobar al
que tiene cocina de autor (?). En esa línea podíamos llamar cardiobar al bar de
encuentros para arreglar el corazón, solo el corazón, nada de sexo, eso sería
un sexobar y la palabra sexo no es especialidad médica, es religiosa. Nada de
ejercicio, que ahora dices cardio y te montan en una bici. Geribar para la cuarta edad a base de drogas
legales, agua y leche (lo más opuesto a un geriátrico). Fisiobar, ese que sí.
Local nocturno, tipo Hawái, de gente
cachas y sonrisa profident que da masajes y abanica con un pai-pai mientras te tomas la vida a sorbos de
cócteles afrodisíacos. No confundir con los bares a la entrada de los gimnasios. Un bar de zumos, batidos de
proteínas, pinchos de pollo o pavo es un sinsentido. Un traumabar para el
personal con problemas en el aparato locomotor en el que se pueda entrar con
silla, bailar con muletas, intercambiar experiencias, formar un equipo
paraolímpico o asociarse a una red europea de ortobares. Un oftalmobar en el
que tengas que guiarte por el olfato o el tacto porque el local está a oscuras,
una gozada sensorial. Un farmabar take-away con la posibilidad de consumir in situ los mil y un manjares de la
química.
En fin. Me tomo una caña en casa
porque tal como se ha puesto esto me quedo con la atención a domicilio. Se externaliza
todo.
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