Se vende
Saliendo
del súper me encuentro con un ex alumno al que siempre he considerado majo, majo. Un poco alérgico a los libros,
despierto y sociable era el último de una familia numerosa con una madre que se
remangaba para trabajar en casas o en la limpieza de escaleras y un padre
empleado de fábrica, militante sindical sin beneficio monetario alguno y luchador
incansable por el barrio. Nos saludamos con un abrazo en el que es él se tiene
que inclinar un poco. En el afán de saber uno del otro nos pisamos las preguntas entre
risas.
—¿Tienes
tiempo? ¿Nos tomamos una cerveza? —me pregunta a la vez que me empuja hacia el
bar más cercano. —Por supuesto. Solo faltaba —le respondo mientras le doy una
palmada en el hombro.
Una
vez en el bar me dice que está vendido. Yo le pido que me lo explique y me viene
a contar, resumiendo, que estudió un grado superior de comercio, le salió
trabajo donde hizo las prácticas, desde hace tres años estudia económicas en la
UNED y está enamorado de Marta, compañera de estudios en el grado superior. Como
todo iba de puta madre y parecía que siempre iría así, también animado por sus
padres que salieron de avalistas, se metió en un piso. Marta lleva un año en
paro y en la empresa de él están con un ERE.
—Estoy
vendido. Me he vendido por un puto piso. Es mi única preocupación. Cuando veo
letreros de "SE VENDE" me entran ganas de poner otro "TÚ
NO". No vivo pensando lo que me queda por pagar. Soy gilipollas. Mira que
estudié el rollo de financiaciones y pagos, pero nada. Mi abuelo dice que el
pago a plazos ata al que no tiene dinero. Así estoy: atado —me decía en tono
reflexivo carente de dolor.
Le
conté algún caso típico de compañeros afectados por las hipotecas mucho más
jodidos que el suyo, nos tomamos otra ronda, hablamos de su familia, de
conocidos comunes y le dije que me diese un toque si la cosa de la hipoteca se
ponía mal.
—Bueno,
Juanjo. La verdad es que no estoy tan jodido, pero le doy vueltas y me ha
salido contártelo.
—No
te preocupes. Nos vemos. Dales recuerdos a tus padres.
Hace
tiempo que no veo letreros de venta pegados en las ventanas. Por lo visto no es
motivador y ya se sabe que el mercado de compra venta de pisos y personas está
basado en el engaño. La gente sigue hipotecándose con entusiasmo.
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