Sensaciones
Durante mi infancia mi madre me encasquetaba
la ropa que estimaba oportuno. Como distinguía entre fiesta o labor y frío o
calor, me vestía con la corrección exigida por la iglesia y las pelas. No
acatarrarse era el objetivo. En la adolescencia impuse mis criterios influenciado
por el cine, la tele y el mundo de la música. Por asuntos, supongo,
relacionados con el abandono de actividades físicas habituales y el deseo de
agradar, la diferencia entre ropa de labor y de domingo desapareció para dar la
nota los siete días de la semana independientemente del frío, la lluvia (el
calor en Pamplona siempre ha sido como el encierro: breve) y el qué dirán. Cuando me incorporé al mundo laboral la temperatura y la lluvia tomaron peso y el
"por si acaso" lo gravé en el frontispicio de todos los armarios de
casa. Salir a la mañana para volver a la tarde suponía, casi, casi, salir con
maleta.
Ahora, como salgo y entro en casa
varias veces al día, me zambullo en los espacios abiertos con total
despreocupación, aunque muchas veces tengo que volver sobre mis pasos "a
por ropa" (un palíndromo). También por culpa de los cacharros espaciales
que sacan fotos de la atmósfera, las mandan inalámbricamente hasta unos garitos
y estos, tras traducirlas, las inyectan en mi móvil para que yo pueda enterarme
del día que va a hacer, he ido perdiendo hábitos de lectura celestial. A parte
de escuchar por la radio el informe meteorológico, abro el móvil, miro el
Meteosat para salir a la calle con el rigor científico requerido en estos
tiempos de la información. Todos los días voy a casa de mi madre para pasar el
rato, echarle una mano o pasear. Normalmente no se viste para salir hasta que
llego yo y, casi siempre, cuando me ve, pone cara de desaprobación. Lo malo es
que suele tener razón: peco de llevar más ropa de la necesaria por la jodida
precaución practicada durante años. Ella sigue interpretando la naturaleza con
precisión a pesar de que me pregunte qué tiempo hace y le responda con sinceridad. A veces no digo nada, da igual. Creo que
pregunta por cortesía. Tiene la decisión tomada de antemano.
No me cabe la menor duda de que mi
madre mantiene sus sensores y cabeza en plena forma usando los cinco sentidos. Se lo hago saber y me dice que la clave está
en abrir la ventana. No le doy la razón
por no alterar el justo equilibrio generacional, pero al llegar a casa abro la
ventana de la wiki y... ¡mierda! Mi madre tiene razón: al abrir la ventana
aprecia el viento, la humedad y, por supuesto, la temperatura. Es lo que se viene en llamar sensación
térmica. ¡A joderse! Ella resuelve el
dilema desde casa con un método ancestral; yo no hago caso a mis ancestros, interpreto
los informes meteorológicos y así me va.
Esto del "por si acaso"
es mucho más que el chistecito del navarro y la navarra en una playa nudista.
Creo que es una forma de afrontar la vida. Tendré que investigar porque me da
que se parece a lo de los gallegos, al purgatorio, a la prisión provisional, a
la guerra preventiva y a la capucha de mi sudadera.
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