+Lima

   En el barrio de Miraflores se hace patente la humedad del mar. Las verjas con las que protegen las casas están corroídas y muchos tramos de acera están oscurecidos por una sustancia que se pega a los zapatos. La chapa de los coches se pudre con facilidad.

   Las torres de telefonía móvil se levantan en los sitios más inesperados. Son un conjunto de hierros cruzados que pueden surgir de una acera, de una especie de rotondita o del tejado de una casucha que se eleva junto a un hotel moderno e iluminado de 20 alturas. Los cables de teléfono y luz forman un entramado a modo de hamacas gigantes sujetas a postes de madera.

   Los coches pitan si llegan a un cruce, a una rotonda o a un paso de peatones. La calle es una sinfonía disparatada compuesta por un oriental y dirigida por un percusionista de pandereta. El coche puede estar descacharrado, pero su bocina tiene que sonar. No me cabe la menor dudad de que si hay ITV es solo de claxon. Es el mundo de los coches orientales todo terreno, de segunda mano, adquiridos en Chile. Ahora se imponen los chinos sobre los japoneses por su precio y su fácil arreglo.

   Te montas en un coche o similar y alucinas porque eres como el prota de una peli típica americana. Es vivir una persecución. Cambian de carril con toda naturalidad y hasta se pueden cruzar una sonrisa con los otros peruconductores. Para mí que tiene que ver con la altitud, conducen como posesos. Van haciendo eslalon y están alerta de cualquier espacio que pueda quedar a su derecha o a su izquierda. No les importa que les pueda embestir un furgón de pasajeros o un camión de reparto, nada, aúpa que hay prisa.



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