Agur, Lima
Según Mari Luz, una limeña majísima amiga de Daniel desde hace años, los mejores autobuses, los modernos, llevan los cristales ahumados para que no se vea desde fuera si van turistas a los que atracar. Como los que pillamos nosotros lo raro es que lleven turistas, no ocultan su interior y son más baratos. El ómnibus que cogimos para ir a la Merced, dos pisos, tenía la luna delantera rajada y se sujetaba por el letrero JUNIN que tenían pintado y por unas tiras de cinta adhesiva transparente. Las ruedas habían perdido bastante de su dibujo original y anunciaban un recambio o un recauchutado, una especie de lifting, para hacerle tirar otro porrón de kilómetros. No tenía nada que ver con las fotos de los modernos autobuses, con cristales tintados, que anunciaba la compañía en unos carteles grandes en la aseada oficina de venta de billetes. Unas manzanas más a las afueras de la ciudad estaba el patiohangar de la empresa JUNIN y una pequeña patioficina de venta de billetes a tono con el barrio. Nosotros pillamos los billetes en la chula, los lugareños en la del hangar.
La mañana era fría y la gente esperaba el bus moviéndose de un sitio para otro. Cerca de la puerta había un puesto (un carrito de madera) de jugos a pleno rendimiento. Zumos caseros, hechos allí mismo y que metían en unas bolsitas de plástico y cerraban con un simple nudo. Para tomarlo sólo tienes que pinchar la bolsa y chupar. Un señor enjuto, vestido con una ropa baqueteada pero limpia, colocó su carrito de huevos de paloma al lado de la puerta. Con unas manos huesudas, rematadas por uñas como almejas, sacaba los huevos calientes de una palangana de metal, les quitaba la cáscara a una velocidad pasmosa y los guardaba en un tartera de plástico. Cuando se le acercaba un cliente sujetaba una bolsita con la mano izquierda y la llenaba con los huevos solicitados. Eso sí, en una muestra de higiene, enfundaba la mano derecha en otra bolsita de plástico para no tocar los huevos humeantes que tenía guardados. El cliente podía dar sabor a los huevos sirviéndose un chorrito de ketchup o de mostaza.
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