Publicidad en Perú


Las casas y casuchas del extrarradio de Lima y las solitarias o de pueblos que encuentras a lo largo de las carreteras, tienen las fachadas repintadas con propaganda electoral. Keiko y Omala las han coloreado, sobre todo las de madera, con sus mensajes, sus rostros y sus símbolos que perdurarán hasta la siguiente campaña. La parte más visible de las casas son un lienzo que se cubre por completo. Es la primera vez en la que veo la utilidad real de la publicidad política. No me imagino lo mismo en Pamplona.
Muchas casas de cemento no están cubiertas con tejado y los ladrillos y bloques al aire le dan un aspecto de provisionalidad, de estar sin terminar. Es como si estuviesen deshabitadas y sólo sirvieran de soporte para colgar una gran almazuela de carteles. Las ubicadas en buenas calles están forradas por completo, hasta las ventanas, de propaganda donde se anuncia de todo: médicos, sanadores, ópticas, telefonía, coches, talleres… Un mural abigarrado con tantos mensajes que los hacen inútiles del todo. Es la hipertrofia publicitaria.
En algunos pueblos o barrios se escucha, por altavoces colocados alrededor de las iglesias, la misa o las recomendaciones cristianas para afrontar las penurias de la especie humana, amén de cuñas publicitarias sobre grandes almacenes, productos del mercadillo del barrio o asuntos de más trascendencia como los bandos municipales. No es a todas horas, pero sí en los momentos en los que hay más gente circulando. Es como si se escuchase la COPE por las calles de Pamplona a parte de en la villavesa o en el taxi.

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