Guayana francesa
La barca con la que cruzamos el Oyapock nos dejó al pie de la gendarmería de Saint Georges. Un sargento nos oyó hablar y nos dijo en un castellano afrancesado, como de Hendaya: Tranquilós están en la Francia y no es necesario sellar pasaporte. Alé, alé. Cogimos un taxi camioneta que compartimos con una chavala muy guapa que iba con su hijo. El chofer hablaba castellano, brasileño y francés. Dani, que iba de copiloto, muy en su línea, no paraba de hablar. Le comenta al chofer: nosotros somos vascos. Del norte de España. Bueno, europeos. ¡Ah! Ya. Igual que yo, le dice el chofer. ¿Y de dónde? De Cayenne. Se nos vuelve Dani, todo asombrao y nos dice: tiene razón. Esto es tan Europa como Canarias. Y dirigiéndose al chofer: barkatu. Nos hospedamos en un hotel decente que lo regentaban unos chinos, vietnamitas o lo que fuese. Eran orientales de Cayenne, que mira por donde está lleno. El caso es que al otro día nos largamos porque nos cobraron el desayuno, el aire acondicionado no chut...