Un balón es más que una pelota
El ambiente alrededor del bar se iba haciendo más bullicioso de lo habitual. Los jugadores de cartas interrumpían el juego, vociferaban, reían y se tomaban el pelo a la vez que increpaban a unas muchachas que trataban de ver el capítulo diario de una telenovela ñoña. Nosotros jugábamos al chinchón en un lateral, fuera del toldo que cubría la zona del mostrador y de la tele. Poco a poco desaparecieron las mesas y se fueron colocando las sillas en fila para que cupiese más gente delante del televisor. Algunos miraban el reloj con impaciencia y el Tahúr le hacía señas al del bar para que apareciese el antenista. El antenista, en un barco del Amazonas es el alma del jaleo. Sin él es imposible ver la tele porque se pierde la sintonía cada dos por tres. Bueno, cuando está sintonizada tampoco es que se vea bien, pero uno se acostumbra y da por bueno hasta el blanco y negro. Del techo sale el eje vertical de la parabólica que es girado por el antenista valiéndose de un pequeño volante metálico. Tiene que estar atento al televisor y cuando se empieza a ver mal debe ir girando el volante, poco a poco, hasta reencontrar la emisión. Pero eso cuando la demanda es grande. Cuando hay poca gente viendo la tele, el antenista, que es un empleado del barco, está a otras cosas y la imagen aparece y desaparece sin alboroto. Mejor dicho, la gente termina por apagarla porque su ruido molesta.
El antenista fue recibido con aplausos. Conectó la televisión y comenzó a girar la antena. Como desde su posición no veía la pantalla, el personal le iba indicando a coro si aparecía o no la imagen. Un aumento del ruido, unas imágenes inestables y zigzagueantes y, ¡tachán!, por fin… futbol. Saltos, gritos y aplausos de la concurrencia. El partido de la temporada. El Santos de Neymar contra el Flamengo de Ronaldinho. Unos forofos coreaban a Neymar y otros a Ronaldinho. La terraza estaba muy dividida y el Tahúr dirigía con gritos y coñas a la hinchada del Flamengo.
Nada más empezar, ataque trepidante del Santos y… a la mierda la emisión. Pitos al antenista porque había dejado el volante frenado con una lata de cerveza vacía para poder ver el partido. Gira para aquí, para allá, aparece la imagen, confusión...y saltos de alegría de la parroquia santa. Los jugadores blancos corren a abrazar a su nueve. Pitos de los flamencos y abucheos a sus rivales porque no habían podido ver el gol. En la repetición, los rojinegros le hacen señas al antenista para que gire la rueda y se pierda la emisión. Los blancos se ponen de pie para verlo mejor. Uno de ellos, con su brazo izquierdo apunta a la tele y con el derecho hace señas al antenista para que deje de mover la antena.
Jugada preciosa de Neymar que tira a puerta, en carrera, dentro del área pequeña. El portero la despeja, cae cerca de Neymar, que ha sido derribado, y desde el suelo hace una tijereta que manda la pelota por encima de los rivales hasta un compañero suyo, el nueve, que la mete en la red. Dos cero. Pitorreo, abrazos y más cerveza santera. El Tahúr trata de quitarle importancia poniéndose de pie para dirigir el himno del Flamengo. El dolor es mucho y no consigue levantar la moral de sus compañeros. Se queda solo.
El Santos juega como los ángeles. Pases en velocidad, paredes precisas y, Neymar, en plan estrella, hace un jugadón regateando a varios defensas y mete un gol precioso. Más jaleo por una parte y más dolor por la otra. Unos cuantos dejan de ver el partido y se van a la borda a lamerse las heridas.
Rayas, puntos con sonido de fondo marciano y el antenista que no aparece. Un santista toma las riendas de la antena, pero el asunto no mejora. No importa, tres cero es todo un resultado. Aparece el antenista muy serio. Con una cerveza en una mano y la otra en el volante, trata, con una parsimonia que irrita a los santistas, de buscar la emisora. En una de esas aparece Ronaldinho corriendo hacia el centro del campo con el balón en la mano. Gol del Flamengo. Pinchado por la emoción, el antenista suelta la mano del volante y se abraza con el Tahúr. Los que estaban mirando el río saltan y corren a ver la repetición pero sólo pueden sumarse a la alegría ya que no se ve ni leches. La afición del Santos se cachondea. Es un mísero gol. Con los dedos de la mano les señalan el tres a uno. El Tahur les manda a la mierda.
El antenista sigue con un ojo en el volante y el otro en la tele. Si ataca el Santos ni se acerca al volante; si lo hace el Flamengo, se pone nervioso y, con saltos imprecisos, da toques al volante y ve la tele al mismo tiempo. En una de esas, el Flamengo, bajo la batuta y los pases de Ronaldinho, se vuelca en el área y meten el segundo. Saltos, golpeo en el suelo con las sillas, amenazas a los contrarios. Más cerveza flamenca.
Corre Neymar con el balón, triangula con un compañero, entra en el área por la banda izquierda y lo derriban. Penalti. Los blancos saltan y con mucha coña les indican a sus adversarios que vayan preparándose. El encargado de lanzar el penalti, Elano, siguiendo en su línea y en la de sus compañeros brasileños en la copa América, le da un toquecito a la pelota, tan suave, que al portero le dio tiempo de parar su desplazamiento a la izquierda y volver al centro para atraparla. Pitorreo de los flamencos. Pitos y cerveza rojinegra.
El Flamengo se viene arriba por lo del penalti y en un contraataque fulgurante marca el tanto del empate. Tres a tres. El entusiasmo le hace al antenista mandar todo a paseo y abrazarse con sus colegas. Los seguidores de Neymar se desesperan. No se ve nada, pero a nadie le importa. Vuelve la imagen. Hay anuncios. Fin del primer tiempo. La tristeza se refleja en los rostros de los aficionados del Santos. Después de ir tres cero y de fallar un penalti, se van al descanso con un empate. Para comerse las tripas. La hinchada del Flamengo celebra la remontada con gritos de Gaucho, Gaucho. El Tahúr se burla de los santiños, baila entusiasmado en plan faltón y sus colegas le tienen que para los pies para que no le partan la cara.
Salen los jugadores al campo. Las cámaras se recrean en un Ronaldinho que sonríe como un niño travieso. El árbitro pita el inicio del segundo tiempo y todo el mundo grita eufórico. Los del Santos han hecho borrón y cuenta nueva. Neymar se interna en el área por la banda izquierda y consigue con suavidad el cuarto gol. Griterío ensordecedor de los seguidores santistas y bajón del equipo de Río de Janeiro. No puede ser que después de la remontada aparezca Neymar y, en una jugada en solitario, joda todo lo trabajado.
En la montaña rusa de la moral, el Tahur y sus compañeros están en momentos bajos. Ronaldinho regatea en el borde del área y le hacen falta. Se pone la barrera. El Gaucho se reajusta la cinta negra del pelo. Da unos pasos hacia atrás. Levanta la cabeza para buscar un buen ángulo de gol. Intuyendo que la barrera va a saltar, patea raso y el balón se cuela en la portería. La locura se desborda en los seguidores del Flamingo. Los blancos se miran unos a otros buscando una explicación al nuevo empate. Un gordito va hasta la borda y grita gol mirando a la selva.
Juegan en el Vila Belmiro y los dueños del Maracaná, con Ronaldinho en racha, quieren conquistar el campo del genio Pelé y de su sucesor Neymar. El Santos está noqueado, sin reflejos en defensa. Ronaldinho se interna por la banda izquierda, espera la salida del guardameta y le cruza el balón al palo contrario. Golazo y delirio en todos los que estábamos viendo el partido, menos en los seguidores blancos, claro está, que casi se tiran al río. Ronaldinho baila, el Vila Belmiro enmudece, el antenista corre de un lado a otro con los brazos en alto y la tele, sin que nadie sujete la antena, se ve bien.
Hubo fiesta hasta altas horas de la noche. Al día siguiente, si alguien se dirigía al Tahúr, éste levantaba los pulgares y sonreía. La brasileña que le encandiló cambió de chinchorro.
Comentarios
Publicar un comentario