Ha Long
Llegamos a la bahía de Ha Long a la par que otros
tropecientos autobuses con sus tropecientos guiris deseosos de navegar en un
escenario mil veces visto en el cine o en la tele. Tras una breve espera nos
montaron en un vaporetto para
llevarnos hasta un embarcadero flotante donde había tres barcas de madera,
preciosas. Tenían dos pisos rematados por una terraza con hamacas. Nos subieron
a una de ellas, nos explicaron los detalles del viaje y nos asignaron los
camarotes. El nuestro caía debajo de una terracita que había en el segundo
piso. Un poco justo, pero bien. Tenía dos camas estrechas, váter con ducha y, lo
más chulo, un gran ventanal por el que ver en vivo uno de los paisajes más fascinantes
del mundo, aunque no sirvió de mucho porque siempre estuvimos fuera y a la
noche la oscuridad era total.
Hicimos el recorrido básico: visita a la cueva de Non
Men Acuerdon Bien El Nombren, Ko Ño, a la que se accede subiendo mogollón de
escalones y de la que sólo revivo sus vistas a la bahía. Baño en una mini playa
artificial acotada en el agua por una corchera. Paseo en piragua en un remanso
entre islas. Cena chachi con posterior estancia en cubierta con bebidas precio San
Fermín. Descanso, desayuno y vuelta a la casilla de salida, mejor dicho: al
puerto.
Sara y yo nos pillamos una piragua con la idea de
visitar unas grutas a ras del agua y de remar cerca de aquellas paredes
verticales tan imponentes. Bogamos a
toda pastilla. Conseguimos ver lo que queríamos e incluso recrearnos en
disfrutar del silencio y de las magnitudes de las enormes rocas que parecen
caídas del cielo y clavadas en equilibrios imposibles. Volvimos al puerto
flotante, dejamos los chalecos, nos pusimos las chanclas y cuando nos
acercábamos al barco, oye, que se iba. Grita que te grita hasta que se asomó un
camarero que nos reconoció y les hizo regresar a puerto. El mismo impresentable
que se descojonaba a la espalda de una mujer muy pasada de peso que se empeñó
en montarse, antes que nosotros, en una piragua, y se montó. El mismo que la
puso perdida de agua para limpiarle la arena de los pies. Un impresentable al
que le mandé a la mierda cuando se ofreció a echarme una mano para mover unas
hamacas. Ni que fuésemos un montón. No iríamos más de treinta. Seguro que nos
reconoció porque no le reíamos las gracias al soso de él.
Al sentarnos a la mesa para cenar nos encontramos un
sobre donde la tripulación nos invitaba a dejarles una propina. Ni dios puso un
dólar. La estancia en cubierta, después de cenar, se nos jodió porque se
levantó el viento, refrescó y las nubes se fueron preñando de agua. Visto lo
visto, nos fuimos a dormir en cuanto cayeron las primeras gotas. El camarote
era todo de madera, como el barco. Crujía cosa mala. Sara se puso a leer y yo a
garabatear anotaciones en mi cuaderno. De mi mundo me bajó Sara con un grito
desesperado. Una cucaracha XXL recorrió su cama desde la almohada hasta los
pies. Le dio una patada a la sábana, la cucaracha cayó al suelo y yo la rematé
con un sandaliazo olímpico (después de perseguirla y errar dos veces). Medalla
de oro en esgrima con sandalia. Si se me llega a enfrentar, la piso.
Si empezamos como empezamos, con visitante inesperada;
continuamos como continuamos, con gotera noctámbula. Estaba durmiendo de
costado, con medio brazo fuera, cuando sentí un golpeo húmedo en la mano. Di un
salto y me encontré que había un charco de agua bien majo al borde de la
cama. Me puse el traje de baño y salí a
ver si encontraba a alguien de la tripulación para que me diese un cubo o algo
para evitar que el camarote se llenase de agua. Subí hasta la terraza, paseé hasta
por la sala de máquinas y sólo los ronquidos me decían que había gente. El
cielo seguía negro, pero la borrasca se había convertido en un sirimiri. La
sensación de soledad fue infinita y me recreé en ella un buen rato. Bajé al
camarote, puse en el suelo la toalla con la que me sequé y dormí como un bebé.
Al día siguiente salió un sol resplandeciente, tomamos
el sol en la terraza hasta que llegamos a la casilla de salida.
En Hanói le dimos fuego al chaparral en unos bares
cercanos al hotel.
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