Manaos 1
A medida que nos acercamos a Manaos van apareciendo poblaciones grandes a la vez que aumenta el tráfico de pequeñas embarcaciones de pasajeros y de grandes trasatlánticos. La selva deja de ser tan arbolada como días atrás y pasa a mostrarnos prados y zonas de cultivo. La selva ya no es virgen.
A la entrada de Manaos pudimos apreciar el encuentro de las aguas marrones del Amazonas con las negras de río Negro y el largo puente (3.595 metros) que lo cruza. Según nos dicen orgullosos los brasileiros, es el puente atirantado más largo del mundo. Luego me enteré, en la wiki, que es el segundo. El más largo está en Venezuela, sobre el Orinoco. A buena distancia del puerto, el barco fue girando y sin movernos de nuestro trocito de babor (todo dios estaba contemplando el espectáculo) contemplamos la aparición de Manaos. Acostumbrado a la monotonía plana del río y de la selva, al marrón y al verde, Manaos me impresionó. La línea recta del horizonte se vuelve almenada por rascacielos grises que dentellean el cielo. Construcciones que materializaron el sueño de elevarse sobre la naturaleza, pero que el Amazonas las ha varado en la selva.
Nos hospedamos en un hotel muy digno, en el casco histórico, que nos permitía ir andando a los sitios más señalados. El precio era bueno y los copiosos desayunos nos mantenían hasta la hora de cenar sin ningún problema. Además, tenía la ventaja de su buen aire acondicionado, su limpieza y su tele. La programación televisiva, aunque no sea en castellano, te da una visión del país en el que estás. No la sigues porque no te plantas en aquel sitio para ver la tele, pero en la siesta o antes de dormir zapeas un rato para ver lo que ve la gente que te cruzas por la calle. En Manaos, también en Belém do Pará, abundan los canales religiosos. Telepredicadores que todo el santo día machacan con mensajes de sumisión y obediencia a su dios. Aparecen personas a las que han sanado, nuevos conversos a los que la vida les ha dado un giro de ciento ochenta grados hasta, incluso, volverlos ricos. Lecturas de su biblia, misas, charlas, discursos encolerizados contra todo lo que se menea y mucha, mucha miel. Hay dos canales que siembran el miedo con reportajes de crímenes, violencia e intervenciones de la policía contra el mal. Es insoportable, pero es que sacan noticias distintas cada tres o cuatro horas, todas ellas con imágenes del lugar, de los testigos y, sobre todo, de la policía. Rozando el seudorealismo televisivo, entrevistan a los delincuentes. Sí, en muchas ocasiones las cámaras van con la poli y gravan en directo la actuación, dándose el caso de que le preguntan al detenido o a su familia sobre lo sucedido. La mayoría están arrepentidos y los familiares agradecen a la policía su proceder.
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