Agur Myanmar
Encontramos
un hotel cercano a la estación de tren. Está bastante céntrico y la atención es
aceptable. Lo que merece la pena ser visto en Yangón lo vimos la primera vez
que estuvimos y, ahora, con el monzón encima, no tenemos nada que hacer aquí.
No estaba en nuestros planes pasar cuatro noches en Yangón, sino dos, pero como
tuvimos que suspender la visita a Hpan-an
y Bago no merecía mucho la pena, aquí estamos, atascados, empantanados.
Vagando
por las calles y consultando internet decidimos adelantar la salida dos días y
pasarlos en Bangkok, que tenemos cosas pendientes para ver y una un tanto singular,
por casual: el siete de agosto el Barcelona juega contra la selección de
Tailandia.
Como no
pillábamos oficinas de Air Asia nos fuimos al aeropuerto para ver la forma de
adelantar el vuelo. Por el camino nos encontramos con una cuadrilla de
camineros que están trabajando en la carretera bajo un sol de justicia, sudando
la camiseta del FC Barcelona que llevan debajo del chaleco fosforito. Unos la
blaugrana y otros la señera. Por la altura física, los trabajadores podían jugar
en el equipo; por la moral, serían fijos y hasta ocuparían la presidencia.
En las
oficinas de la compañía aérea de bajo coste había una pareja de jóvenes con no
muchas ganas de trabajar. Tras un buen
rato de palique nos dicen que no nos podían canjear los billetes porque se
había caído la línea y que mañana, antes de salir, podíamos coger billetes.
Bueno, pues venga.
Paseando
cerca de nuestro humilde hotel y a la puerta de uno bastante lujoso, nos
encontramos a un militar jugando a cartas de Pokemon con unos chavales en la
desportillada y sucia acera, cerca de una gran obra de arreglo de alcantarillado.
El militar tenía medallas colgadas al pecho. Uno de los chavales, un tanto
desarrapados y con pintas de tener muchos recursos callejeros, nos pidió dinero
si queríamos sacar fotos. Todos se afanaban en el juego. Por lo que vimos, la
carta de más valor podía a las otras y el que la había echado se llevaba todas
las que estaban en el suelo. El militar no nos prestó ninguna atención. Estaba
más atento al juego que los críos. A la vuelta de la esquina, a dos metros de
los jugadores, tres militares discutían acaloradamente.
A las
cuatro de la mañana ya estamos en pie. Tras un buen desayuno cogemos dos taxis
y nos plantamos en el aeropuerto. Volvemos a las oficinas de AA con la duda de
cuánto íbamos a pagar por cambiar los billetes. Entre pitos y flautas tenemos
que pagar casi como si fueran billetes nuevos. Hacemos tiempo en el humilde
espacio de embarque comentando las sensaciones que nos llevamos de Myanmar. Como
suele pasar, hemos dejado cosas pendientes para ver y vivir en otra ocasión.
Agur Myanmar.
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