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Mostrando entradas de 2018

Navidad

En estas fechas yo compro en aitazon.

Putear sale gratis

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De los muchos eufemismos que se emplean para denominar una casa de putas, me quedo con puticlú, tiene un sonido limpio que todo el mundo entiende, incluso las personas que llevan un Nokia Lumia encima. A los puticlús se les puede aplicar eso de que unos llevan la fama y otros cardan la lana si pensamos que sexo, en sus múltiples variables, hay más fuera que dentro; que las putas del puticlú son mucho menos putas que otras y   los puteros que frecuentan los puticlús también son puteros cuando no están dentro. Además, la inicial de puticlú es una P, no como decía un amigo de la ORT cuando se refería al PC. Una P, aparte de en parquin, podemos encontrarla en partido y eso, eso da mucho juego. Podemos encontrar puticlús nacionalistas, socialistas, regionales y hasta el no va más de todos, el prural, el PP. Que algunos quieren convertir los lugares donde se practica la política   oficial en una casa putas está siendo notorio en las elecciones andaluzas. El 8 de octubre Juan...

Indecencia

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"Más de 80.000 niños vuelven al cole de la mano de La Caixa" Este es el titular de un artículo publicado en Público con la aclaración de que es contenido patrocinado. Me imagino a unas azafatas y azafatos, jefes y jefas de sucursal llevando de la mano a unas criaturas inmensamente felices luciendo una mochila de ruedas con el logo de La Caixa. Baba dulce por arrobas en el momento de despedirse. La jefa se agacha, le da un beso, el crio le sonríe agradecido y echa a correr junto a sus compas de clase. ¡Qué buena es La Caixa! ¡Cómo se preocupa por las criaturas! ¡Dios salve a CaixaBank! "Más de 80.000 niños sufren de la mano de La Caixa" Niños que lloran con sus padres porque pierden la casa. Familias con toda su vida en un macuto. Abuelas inmensas que abrazan a su prole. Desgarros por el suicidio. Miedo a abrir el buzón, a coger el teléfono, a empujar la puerta de la sucursal, miedo al futuro.   –Público, no tienes vergüenza.

Gilipollas en bici

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Como ya nos ha pasado en más de una ocasión, sobre todo cuando salimos a dar una vuelta por la tarde, he llegado a la conclusión de que pasear es una actividad de riesgo porque a menudo aparece algún gilipollas en bici con licencia para matar y registro de la propiedad vial que intenta mandarte a la mierda, al hospital o al altar de la diosa Ker, paso previo al frigo acristalado de su pariente Tánatos. No sabes bien lo peligroso que es vivir en la depresión del Arga. No por las subidas del rio, sino por la diferencia de altitud entre San Jorge y la meseta. La vuelta a casa la vamos a tener que hacer de espaldas ya que la naturaleza no nos ha dotado de visión en el ojo del culo, ni disponemos de artilugio biónico tipo espejo retrovisor en el flequillo, me lo tendría que sujetar con una ventosa en la calva, para advertir la llegada de cualquier velocípedo montado por algún jinete del apocalipsis en pleno subidón descendente. Ese afán exterminador no lo tienen cuando van cuesta arri...

Ventana, viento. Window, wind.

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La calle era la vida y si no estabas en ella podías asomarte a la ventana con la posibilidad de participar en voz alta o a grito pelao. Asomarse era tomar el aire, mirar a izquierda, derecha, abajo y, rara vez, arriba. Estar en la ventana era estar en la calle ya que eras visible para el personal que la habitaba. Sin llegar a ser una ventanera de tomo y lomo, como una señora de mi portal, te enterabas de lo que se cocía en el puchero del barrio. Las vecinas bajaban a la calle con sus sillas para, mientras hacían labores, intercambiar impresiones y filosofar un poco. Era el foro. En estos tiempos la calle es un espacio con menos vida que la del toro en la plaza; y, por si fuera poco, como para asomarte a la ventana tienes que apoyarte, va y los arquitectos suprimen el alféizar. Los amigos del cristal, la loseta y el acero corten se han vuelto tan de interior que hasta hacen edificios inteligentes sin ventanas y edificios de cociente intelectual normal en los que muchos cristales...

Se han ido.

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Desde mi ventana puedo ver la trasera de la casa aislada que resiste el paso del tiempo y el cerco del nuevo urbanismo. Es un edificio de cuatro alturas que perdió otro lateral y se mantiene con los costados desnudos. Para cercar el lugar donde vivió   el edificio caído en combate, hace unos años, colocaron una tapia metálica que con el tiempo se ha llenado de grafitis y cartelería en la parte delantera   y naturaleza libre en la trasera y en el interior. Un árbol, ahora tupido, aguanta el hacha y sigue enraizado en el pequeño muro de piedra que queda de lo que fue la pared de un almacén. Ayer por la tarde escuché el canto del pájaro que todos los años vuelve en primavera. Su melodía me reconforta, pero soy consciente de que parte del ayer se ha ido con las obras de adecentamiento de fachadas y colocación del ascensor. El   estiramiento y encalado de piel, así como el cuidado césped que rodea su cuerpo, choca con las arrugas de la pared medianil derecha y la malez...

sensaciones

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En el siglo pasado, cuando había más satélites en la corteza terrestre que en el espacio, salíamos a la calle y decíamos si hacía calor o frío según nos parecía. Nadie se preocupaba de los grados exactos porque, aparte de no tener termómetro a mano, éramos conscientes de que daba lo mismo. Hacía lo que hacía y punto. Cuando asistía a las primeras reuniones de portal, un vecino de la cara norte de la casa siempre se quejaba de frío y pedía más caña y más horas de calefacción. En una de esas, el presidente le dijo que tomase medidas para no perder calor y que no era cosa de ir por casa en chanclas y pantalón corto, como parece ser que iba el quejica. Como se mascaba la tragedia, el administrador decidió pasar a otro punto. En la siguiente reunión el friolero se plantó con todo un cuadro de las temperaturas tomadas en su casa. El administrador le cortó de raíz diciéndole que tururú, que las medidas a las que hizo referencia el presidente en reunión anterior eran del tipo de poner bu...

Todos los días, todas las horas.

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Dos mujeres de algún país del este hablan en su idioma y cuando una de ellas coge  verdura envasada lee la etiqueta en voz alta, sin traducir; la otra contesta con un "guay" de lo más alegre. El nuevo guarda jurado, alto y flaco a más no poder, se pavonea igual que el anterior, con las manos al cinto. El transexual exagerado, Perry, anuncia su presencia escoltado por los dos de siempre, un muchacho con aire de haber dejado un pueblo de la estepa rusa y el señor anodino también de por allí, pero de un pueblo mayor. Lleva un vestido negro muy ligero y corto para lucir muslamen y brazos. Unos tacones imposibles le obligan a dar pasos cortos. No habla y gesticula mucho; los muermos ni gesticulan, el mayor empuja el carro con desgana. Una pareja de senegaleses vestidos con telas de mil colores, ella lleva un zorongo azul cielo brillante, charlan frente a los estantes de enlatados. Él se queda mirando el contoneo de Perry mientras su mujer sigue hablando. Cuando ella se p...

Estamos en el año del perro

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Yendo a la compra veo a la pareja de las nueve, un señor paseando a su perro o un perro paseando a su dueño, no lo tengo muy claro ya que los dos tienen un aire muy parecido. Son chulos a más no poder, caminan con la cabeza erguida perdonando al personal que se cruza en su camino. Se paran a la vez, arrancan a la vez,   giran a la vez, menos cagar y mear, que al hombre no le he visto, todo va a la par, como si participasen en natación sincronizada. Bueno, el perro lleva el rabo enhiesto como el palo de la bandera y del señor no puedo decir nada, aunque cuando va con gabardina no puedo evitar la asociación de ideas. Significado y significante toman cuerpo. Al perro le tendrían que poner pañales porque se va ciscando árbol sí, árbol no, y señales y farolas a discreción. Hay una señal de prohibido aparcar que el día menos pensado se irá al suelo por mor de   las meadas perrunas.   Ya sé que lo del pañal no es muy ortodoxo, mis amistades con perro me lo critican, pero...

El sistema

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Cuando tengo algún problema de recibos o similares con alguna compañía grande, de las que no atienden en persona y tienes que llamar por teléfono, me pongo del hígado. Poco a poco estos monstruos se han cargado al personal de las oficinas poniendo un entramado telefónico que hace imposible resolver los problemas. Dicen, los muy cabrones, que el nuevo sistema facilita la gestión porque lo puedes hacer desde casa, sin perder el tiempo yendo a la oficina y haciendo cola. No se lo creen ni ellos. El motivo es más potente ya que a esas empresas les importa un comino mi tiempo. Si fuese así, la solución a los problemas sería rápida y no como es ahora, que empleo horas pulsando el uno si soy cliente, el dos si lo quiero ser, el tres si soy extraterrestre y una vez pulsado cualquiera de los tres me pide que siga pulsando otros o una almohadilla si no sé qué coño soy. Este sistema lo imponen para que perdamos los nervios, nos cabreemos, hablemos solos, no les pongamos cara, no compartam...

Vías vivas

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Me gusta el silencio dormido de las madrugadas. En la estación, los habituales caminan con paso firme. Los esporádicos miramos aturdidos las pantallas, sacamos el billete del bolsillo, releemos para confirmar la hora y los minutos exactos de la salida y miramos el reloj grande que hay encima de la puerta principal. Un grupo de trajeados en azul oscuro y negro, después de saludarse y sonreír, salen a fumar. Se mueven igual, gesticulan igual. Una pareja joven se levanta con desgana de un banco cercano al radiador. Caminan dormidos. En el bar no hay mesas libres, pillo un hueco al fondo de la barra. En el suelo se amontonan servilletas de papel retorcidas y fundas de azúcar. La señora que lee el código de barras de los billetes me saluda muy amable y me indica el vagón número tres. Es el último. Dejo la mochila en la parrilla después de sacar el móvil y mi cuaderno de notas. El book no lo toco, ¿para qué si voy a quedarme frito a las primeras de cambio? La cazadora la sigo llevand...

La vida sigue igual

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Escucho a una deportista que se jubila de su profesión con una impresión agridulce. Por un lado corta con el mundo de sus éxitos y por otro podrá dedicarse a su familia. Algo parecido, entre sollozos y suspiros, dijo un futbolista, en junio de año pasado, al dejar de darle patadas al balón por culpa de una lesión a los treinta. No me dan pena, conozco a más de uno y más de una que tendrá que currar hasta su muerte. Meterán horas por cuatro putos duros, no podrán ir a jugar con sus retoños al parque los domingos, no podrán mandarles a campamentos de verano en inglés, tendrán que recurrir al banco de alimentos, forrarse de ropa para aguantar en casa cuando el frio aprieta... Conozco familias desahuciadas por una hipoteca criminal y con una deuda que no pagarían aunque viviesen mil años. No creo que sea más dura la vida de un deportista que la de cualquier asalariado, parado, subcontratado o autónomo. Parece que el trabajo es incompatible con la vida familiar, con dedicarse a los p...

Felices Fiestas (FF)

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Ya he dado el portazo a la locura navideña que genera cuentos y leyendas al cual más disparatado para alcanzar una simulación en diferido de la felicidad. Mis vecinos suelen adornar la puerta de su piso con tanto verde que al salir del ascensor te encuentras ante la madriguera del conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas. Aunque mi puerta está igual todo el año, el despiporre navideño y sus distintas muestras, como las de mis vecinos, me gustan mucho. La seriedad no la veo por ningún lado y siempre me he tomado este trozo de calendario como la culminación del sinsentido. Es alegría a tope por el nacimiento de Jesús, por los juguetes que traen los personajes más singulares, por el amor, la paz, la lotería... y cena, comida, inocentadas, cena, comida, cena, regalos, cena, comida y bebidas espirituosas sin fin. Estas fiestas son más necesarias que el futbol. Aunque la resaca que le sigue suele ser dura, no importa, el valle de lágrimas es largo y hay tiempo suficiente pa...